lunes, 28 de marzo de 2016

El rompecabezas continental: Estados Unidos, Cuba y Brasil

El rompecabezas político continental es un galimatías. Poner en perspectiva los escenarios críticos y las determinantes esenciales de esos escenarios es un ejercicio indispensable para escapar a falsas expectativas o diagnósticos susceptibles de rentabilidad política para los poderes constituidos. Es necesario insistir que la coyuntura actual apunta a una restauración oligárquica del poder (la agonía del progresismo latinoamericano es un síntoma de esta tendencia). Y que la política que desde el Estado cultivan ciertos grupos, contraviene el interés de las poblaciones civiles, aún allí donde las formas o discursos sugieren otra cosa. 

Esta es apenas una tentativa introductoria para el análisis de las realidades de ciertos países que están envueltos en escenarios políticos álgidos, acaso omitiendo provisionalmente otros escenarios no menos turbulentos en el rompecabezas continental. E incluso difiriendo el análisis de las atrocidades que asedian a otras partes de la región y que ameritan una atención más escrupulosa (México señaladamente), hundidas en crisis políticas de proporciones genocidas. 


Estados Unidos: el enemigo es Hilaria 

Cuando se comenzó a perfilar la figura de Donald Trump como protagonista de los comicios en puerta en Estados Unidos, en este espacio se insistió sobre la necesidad de abordar con cautela ese fenómeno. En esa oportunidad se dijo que Trump era un experimento del partido Republicano. Y que era altamente probable que al final de la contienda, otro de los precandidatos consiguiera la candidatura definitiva. Pero también se advirtió sobre la posibilidad de que el experimento cosechara éxitos insospechados, debido a la derechización e indignación de amplios sectores poblacionales en Estados Unidos. Y que si ese escenario llegaba a efectuarse, Trump conseguiría el voto de confianza de una facción de su partido para hacer avanzar su agenda electoral. Esto último sin duda aconteció. Y seguramente el infelizmente célebre Trump será el candidato Republicano para la elección presidencial. 

Pero no hay que perder de vista que la virtual vencedora de los próximos comicios es Hillary Clinton. El proyecto de Trump es a mediano plazo. Y es probable que dentro del partido, las huestes trumpistas estén conscientes de ello. La apuesta es a largo o mediano plazo. Y es que el partido Republicano está en crisis, no ahora, hace ya algún tiempo (aún cuando tengan mayoría en el congreso). Los partidos políticos en el presente no son órganos de representación (acaso nunca lo fueron seriamente). La función de los partidos en la era neoliberal es gestionar el desastre, y esto es especialmente cierto en Estados Unidos que es una potencia en descomposición. Y en eso los demócratas han sido mucho más solventes, eficaces e inteligentes. El partido Republicano es más o menos residual en esta trama. Y por consiguiente necesitan reinventarse. Donald Trump representa una insurgencia intestina que apunta a la reformulación del partido. Pero el contenido permanece incólume: prolongar la supremacía de Estados Unidos. 

En realidad la única diferencia entre republicanos y demócratas, es que los primeros no están dispuestos a compartir esa supremacía. Y los segundos, los de la insignia del asno, tienen una posición más realista y están abiertos a la colaboración imperial con otras potencias (i.e. China y Rusia). 

En cierto sentido lo que está en disputa en Estados Unidos son dos modalidades de imperialismo: una dura, representada por una facción del republicanismo, y otra suave (aunque no por ello menos bélica), capitaneada por los demócratas, que de demócratas no tienen un ápice. 

Hilaria es el enemigo, porque al menos en la próxima elección ella consigue dirimir ese conflicto, justamente porque se trata de una “demócrata republicana”: es decir, una histórica integrante del partido demócrata pero con una agenda prototípicamente republicana. No es accidental que las detracciones contra Donald Trump provengan incluso de ciertos círculos privilegiados y de grupos de poder nacionales e internacionales. 


Cuba: el gringo no da paso sin guarache 

En Cuba no usan esa expresión, pero es altamente ilustrativa del ánimo que priva en la isla socialista. Que el gringo no de paso sin guarache significa básicamente que las buenas intenciones de los americanos, que circulan de manera enunciativa en la arena diplomática, no tienen correspondencia con el interés profundo de Washington. Decíamos que los demócratas en Estados Unidos han dado muestras de una solvencia de campeonato para gestionar la política de aquel país. Barack Obama es la coronación de esa racha triunfadora. Y la fórmula demócrata que conduce el primer presidente afrodescendiente es asombrosamente similar a la de la iglesia católica, que comanda el primer papa latinoamericano, Francisco: a saber, la de recuperar el terreno perdido con base en discursos expiatorios ambiguos y acciones de recolonización subterráneas o invisibilizadas. La gira de Obama por Cuba y Argentina no es tan distinta, discursiva y prácticamente, de la gira de Francisco por México, Brasil y otras latitudes: lágrima de cocodrilo. Dice el señor Barack: "Estoy aquí para enterrar el último vestigio de la Guerra Fría en América y para construir una nueva era de entendimiento que ayude a mejorar la vida de los cubanos”. 

Pero en Cuba no ignoran el doble rasero del acercamiento norteamericano. Llama la atención que las diferencias conceptuales y políticas entre Cuba y Estados Unidos no se dirimieran en la visita de Obama a la isla. Y si algo quedó claro en ese encuentro es que ni las élites políticas en Washington tienen claro qué es eso de “democracia” o “derechos humanos” o “libertad de expresión”, y que tampoco les preocupa mucho esa cuestión semántica, pues en realidad lo que les impacienta es neutralizar a Cuba como actor político disidente y abrir al país socialista a las inversiones estadounidenses. Pero en Cuba no ignoran esa intencionalidad rastrera. Y por eso decidieron poner candados a los acuerdos empresariales con Estados Unidos. Por ejemplo, que las empresas que arriben a la isla no puedan contratar mano de obra nativa. En eso es consecuente Cuba. El antiimperialismo sigue vigente. Los gringos sólo van atrás de los “commercial benefits”. Y los cubanos no ignoran esa realidad. 


Brasil: la izquierda que no es izquierda 

En Brasil hay derecha. Sí. Y efectivamente está orquestando un golpe de Estado constitucional o parlamentario. Sí. La derecha siempre conspira. Esa no es una novedad. Pero lo que sí es novedad es que Brasil no tiene izquierda. 

Luciana Genro, del Partido Socialismo y Libertad en Brasil, escribe: “Es lamentable que un líder histórico como Lula haya dejado de ser del pueblo para aliarse con las elites, gobernar con ellas y recibir por eso mismo cuantiosas comisiones y regalos… La implicación y el compromiso pleno de Lula y Dilma Rousseff con grandes constructoras como Odebretch y Camargo Correa entre otras… muestran también lo que ya dijimos en el 2003: la cúpula del PT abandonó la izquierda hace años… Sabemos que esta derecha, que siempre fue parte de los mismos esquemas que ahora fueron descubiertos por la PF y el MPF, quiere el poder para aumentar sus privilegios y aplicar el ajuste antipopular que Dilma ya comenzó. Quieren avanzar en las privatizaciones y en el desmantelamiento de los servicios públicos” (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=209676&titular=%22es-lamentable-que-lula-haya-dejado-de-ser-del-pueblo-para-aliarse-con-las-elites%22-). 

Existe una arremetida destituyente contra Dilma y el Partido del Trabajo. Eso es indiscutible. Pero lo que sí corresponde discutir es si la moción golpista es contra la izquierda, o sólo contra una facción del sistema de partidos que administra ineficazmente el neoliberalismo en Brasil. 

Raúl Zibechi dice: “No hay izquierda porque el PT se encargó de aniquilarla, política y éticamente. Lula fue durante años el embajador de las multinacionales brasileñas. Entre 2011 y 2012 visitó 30 países, de los cuales 20 están en África y América Latina. Las constructoras pagaron 13 de esos viajes, la casi totalidad Odebrecht, OAS y Camargo Correa. Es apenas una cara del consenso lulista. La otra es la domesticación de los movimientos” (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=210168&titular=sin-izquierda-y-sin-rumbo-). 

Naturalmente Estados Unidos y la oligarquías nacionales dirigen el golpe (medios de comunicación como Rede Globo, capitales financieros unos brasileños otros estadounidenses y otros más internacionales, partidos opositores, el congreso y el aparato judicial). Eso tampoco es novedad. La novedad en Brasil es el fracaso del asistencialismo neoliberal o neoliberalismo asistencialista de corte lulista. Y el desencanto de la izquierda que sí es izquierda con esa otra izquierda que no es izquierda.

Silencio ante la recaptura de Palmira


La mayor derrota militar que el Isis ha sufrido en más de dos años –la recaptura de Palmira, la ciudad romana de la emperatriz Zenobia–, y guardamos silencio. Sí, amigos, los malos ganaron, ¿cierto? De otro modo estaríamos celebrando, ¿verdad? 

Menos de una semana después de que las almas perdidas del "califato islámico" destruyeron la vida de más de 30 seres humanos inocentes en Bruselas, deberíamos estar aplaudiendo la más aplastante derrota militar que ha sufrido el Isis hasta ahora. Pero no. Mientras los oscuros maestros de la ejecución huían de Palmira este fin de semana, los señores Obama y Cameron estaban tan callados como las tumbas a las que el Isis ha despachado a tantas de sus víctimas. El que humilló nuestra bandera nacional en honor del rey de Arabia, cortador de cabezas (hablo del señor Cameron, desde luego), no dijo una palabra. 

Como solía decir mi colega John Gordon, del Sunday Express, fallecido hace mucho tiempo: "Como que te levanta un poco de la silla, ¿no?" He aquí al ejército sirio, respaldado, claro, por los rusos de Vladimir Putin, echando de la ciudad a los payasos del Isis, y no nos atrevemos a decir una sola palabra que signifique "bien hecho". 

Cuando cayó Palmira, el año pasado, predijimos la caída de Bashar al Assad, pero pasamos por alto la gran pregunta del ejército sirio: ¿por qué, si los estadunidenses odiaban tanto al Isis, no bombardearon los convoyes suicidas que atacaban las líneas frontales del ejército sirio? ¿Por qué no atacaron al Isis? 

"Si los estadunidenses querían destruir al Isis, ¿por qué no bombardearon a sus combatientes cuando los vieron?", me preguntó un general del ejército sirio, luego de la derrota de sus soldados. Su hijo murió en la defensa de Homs. Sus hombres habían sido capturados y decapitados en las ruinas romanas. El oficial sirio a cargo de las ruinas (que tanto nos preocupaban, ¿recuerdan?) también fue decapitado. El Isis incluso volvió a ponerle los lentes a su cabeza cercenada, por diversión. 

Putin notó esto y habló de ello, prediciendo con precisión la recaptura de Palmira. Sus aviones atacaron al Isis –lo que no hicieron los aviones estadunidenses– en preparación de la conquista del ejército sirio. No puedo menos de sonreír cuando leo que el comando estadunidense afirmó haber realizado dos ataques aéreos contra el Isis en los alrededores de Palmira en los días anteriores a la recaptura por el gobierno. Eso nos dice todo lo que necesitábamos saber de la guerra "al terror" de los estadunidenses. Querían destruir al Isis, pero no tanto. 

Así que al final, fue el ejército sirio, junto con sus amigos del Hezbolá en Líbano, los iraníes y los rusos, el que echó de Palmira a los asesinos del Isis, y el que incluso –el cielo nos guarde de semejante victoria– podría invadir la "capital" siria del Isis, Raqqa. 

He escrito muchas veces que el ejército sirio decidirá el futuro de Siria. Si recupera Raqqa –y Deir el-Zour, donde el frente Nusra destruyó la iglesia del genocidio armenio y arrojó a las calles los huesos de las víctimas cristianas de 1915–, les prometo que volveremos a guardar silencio.

domingo, 27 de marzo de 2016

Marcha para exigir justicia; Colectivos acusan desaparición de activista en Veracruz; Bloquean acceso a Coatzacoalcos por desaparición de cuatro personas



Veracruz, Ver.- María Elena Bretón de la Cruz demandó justicia a las autoridades estatales en el caso de su nieta Daphne, quien denunció ser víctima del delito de violación por parte de cuatro jóvenes de Boca del Río –hijos de empresarios y funcionarios públicos– a los que se les conoce como Los Porkys de Costa de Oro. 

Bretón de la Cruz criticó que los cuatro jóvenes implicados en el caso digan que son inocentes cuando existen videos donde declaran su participación en los hechos e incluso piden perdón a la adolescente. La entrevistada opinó que los padres de los jóvenes involucrados en el caso presumen sus relaciones con funcionarios, supuesto motivo por el cual no se ha actuado en contra de los cuatro señalados como responsables. 

"Me secuestraron a mi nieta, la violaron, y ahora resulta que las víctimas son los otros porque están muy bien parados con el gobierno, que es nuestro señor gobernador, que ya deje de hacerle al monje y que me haga justicia, porque esto merece más que justicia, ellos son confesos, tengo videos donde ellos confiesan que la violaron y la secuestraron, creo que vivimos en un país libre de expresión, que se me haga justicia, no pedimos otra cosa", subrayó. 

 La abuela de Daphne criticó que el titular de la Fiscalía General del Estado (FGE), Luis Ángel Bravo Contreras, no atienda a la familia desde hace unos seis meses aproximadamente. María Elena Bretón de la Cruz señaló que el caso no avanza porque le han puesto obstáculos para evitar que se haga justicia. 

"Me han parado, me han puesto barreras, el dinero puede más que la justicia y la sociedad humana, que recuerden que hace 16 años me mataron a un hijo y que desgraciadamente nunca me hicieron justicia pero ahora sí voy por todos, porque ellos mismos, la justicia me ha enseñado que no hay justicia aquí más que la divina (…), pero sí pido justicia para mi nieta porque no es justo que esos Porkys anden sueltos en la calle", insistió. 

Bretón de la Cruz convocó a los habitantes de las ciudades de Veracruz y de Boca del Río a participar en la marcha que se efectuará el lunes a las 9 de la mañana desde el asta bandera al zócalo porteño. "Los invito a una marcha que vamos a tener el lunes, una marcha pacífica para pedirle a las autoridades que nos hagan caso, que no dejen libres a esas personas que van a agarrar a otras niñas inocentes como agarraron a la mía de 16 años", concluyó. 

Colectivos acusan desaparición de activista en Veracruz 

Integrantes del Colectivo de Familias de Desaparecidos en Orizaba exigen al gobernador Javier Duarte de Ochoa su intervención para la pronta localización con vida de la activista Ivonne Vera García, desaparecida desde el 23 de marzo en la zona de Boca del Río. 

A través de un comunicado dijeron "ya basta a tanta corrupción", por lo que llaman a ejercer presión al gobierno porque, el tiempo que transcurra es vital para dar con su paradero. El último reporte indicó que Ivonne, quien se desempeña como psicóloga y es miembro de un colectivo, ya que su sobrina desapareció anteriormente, fue sustraída por sujetos armados de su lugar de trabajo. 

Vera García participaba activamente en apoyo a los familiares de desaparecidos, su sobrina de seis años fue sustraída por su propia madre en 2011. El grupo de Familias de Desaparecidos en Orizaba se ha sumado al de Córdoba y esperan la pronta respuesta de las autoridades, toda vez que consideran que no es justo que sigan ocurriendo las desapariciones forzadas, mucho menos en las familias que atraviesan ya un calvario por la falta de algún familiar. 

A través de las redes sociales grupos de otros puntos del estado en solidaridad también se han unido a la demanda, incluso exigen que dependencias federales y estatales den resultados ante el elevado número de personas desaparecidas, tanto por grupos presuntamente delictivos como policiales. 

 Tal es el caso de Marcela Zurita Rosas, integrante del Colectivo Solecito, quien perdió a su hijo desde el 11 de octubre de 2012 y a la fecha no se ha sabido nada de él; Dorian Javier Rivera Zurita en esa fecha contaba con 30 años de edad, la última vez fue visto en una gasolinera en compañía de un amigo, ambos desaparecieron, se presume a manos de elementos de la Secretaría de Marina Armada de México (Semar). 

Bloquean acceso a Coatzacoalcos por desaparición de cuatro personas 

Familiares de cuatro personas desaparecidas en Coatzacoalcos bloquearon la carretera Coatzacoalcos-Minatitlán, en la parte sur de la entidad, a la altura del puente Calzadas. Demandaron a las autoridades que encuentren a los cuatro hombres que fueron privados de su libertad en sus domicilios durante la madrugada del jueves, en cuyos hechos presumen la participación de elementos de la Fuerza Civil, Policía Estatal, Policía Ministerial y hasta el Ejército. 

En entrevista, explicaron que la Fiscalía General del Estado (FGE) se ha negado a recibir sus denuncias penales, pues les pidieron esperar 72 horas o de plano no les recibieron las solicitudes por falta de documentos oficiales que, aseguran los agraviados, les fueron robados. 

Señalaron que en los cuatro casos los captores portaban armas largas, iban encapuchados y utilizaron camionetas así como vehículos de lujo para llevarse a los cuatro sujetos, sus automóviles y pertenencias de valor. "Lo único que me dicen los vigilantes que están ahí es que eran dos camionetas blancas, una roja y un Jeep los que estaban ahí. Indagando con otras personas también las sacaron de la misma manera y las características de los vehículos son las mismas. Queremos saber dónde están", expuso la señora Adela Martínez Arias, esposa de Fausto Isaac Cruz Aviña, quien fue privado de su libertad con lujo de violencia por varias personas armadas que irrumpieron en su domicilio, en la colonia Petrolera. 

Por su parte, Rosalía Yolanda Guillén afirmó que los responsables del plagio de su hijo, Mario Antonio Ahedo Guillén, pudieron ser elementos de la Policía Estatal o Ministerial. Refirió que Mario se encontraba en compañía de otra persona cuando fue privado de su libertad con el mismo modus operandi la madrugada del miércoles. 

En tanto, Luz Cristina Hernández, la esposa del comerciante Jonatan Eduardo Guillén, comentó que éste fue plagiado junto con Cristian Francisco Hernández, de oficio taxista, en la misma forma, en la colonia Playa Sol. Los familiares de las víctimas confirmaron que no les han aceptado las denuncias penales por los casos de desaparición, por lo que advirtieron que no levantarán la protesta hasta que las autoridades les devuelvan a los cuatro sujetos. Aclararon que los plagiados no se conocen entre ellos, son comerciantes, obreros, taxistas y vendedores de automóviles y no tenían problemas con la ley o alguna persona. 

Incluso, los han buscado en Minatitlán y Acayucan, donde han aparecido personas muertas, pero sus cuerpos no corresponden.

Brasil: calendario y anatomía del golpe


El martes 29 de marzo el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), principal integrante de la alianza de base de la presidenta Dilma Rousseff, anunciará oficialmente su salida del gobierno. El martes 12 de abril abandonará los siete ministerios y los centenares de puestos de relieve que ocupa en la estructura del Estado (sí, porque por ese raro criterio de ética, el PMDB rompe pero no entrega de inmediato los cargos que controla). Y para el domingo 17 está previsto que anuncie su veredicto la comisión de diputados encargada de analizar la apertura de un juicio político para destituir a Rousseff de la presidencia. 

A estas alturas del calendario, ni siquiera la presidenta apostaría un centavo a otra posibilidad que no sea la derrota en esta etapa de la guerra. 

Lo que vendrá después –sesiones de debates en el pleno de la Cámara hasta llegar a la votación final– demandará un esfuerzo descomunal frente a las artimañas de Eduardo Cunha, en caso de que se mantenga en la presidencia del Congreso, pues vale recordar que el parlamentario responde a seis investigaciones en el Supremo Tribunal Federal. 

Notorio delincuente, Cunha sobrevive gracias al corporativismo de colegas que ostentan una ficha de hazañas ilegales semejantes a la de él. 

Cuando llegue la hora final, la de la votación en la cámara, Rousseff necesitará contar con el apoyo de 171 de los 513 diputados. Hasta hace un mes, seguramente lo lograría. Hoy por hoy, nadie sabe: el mismo núcleo político que rodea a la presidenta admite que las perspectivas no son nada buenas. 

Además, persiste una pregunta que gana fuerza: aún logrando 171 votos, ¿cómo irá a gobernar frente a la oposición de todos los demás diputados? 

A menos que se produzca algo inesperado, con fuerza suficiente para interrumpir el proceso en marcha, terminará de esa melancólica manera el segundo mandato de la primera mujer en presidir el país más poblado y la economía más poderosa de América Latina. 

Y más: se cerrará el periodo de 13 años y medio en que Brasil, gobernado por un partido de izquierdas, el Partido de los Trabajadores (PT), experimentó los más formidables cambios sociales de los últimos 65 años. Todo eso se acabará gracias a una nueva modalidad de golpe de Estado, la que viene envuelta en aires de legalidad institucional. 

La nebulosa trama de resentimientos y traiciones que ha desaguado en esta situación empezó con la derrota de Aécio Neves en octubre de 2014, por menos de 4 por ciento de los votos. En seguida, el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), derrotado por cuarta vez consecutiva, se lanzó a intentos de revertir, por la vía institucional, la decisión soberana de las urnas. 

Así, y con pleno respaldo mediático, decidió aprovechar la Operación Lavado Rápido, implantada para investigar esquemas de corrupción en empresas estatales, especialmente Petrobras, para denunciar que parte de las dádivas y comisiones ilegales distribuidas alegremente por grandes constructoras sirvieron, además de enriquecer a media docenas de funcionarios, para engordar los fondos de la campaña de Rousseff. 

Para ello se contó con la decisiva participación de sectores de la Policía Federal, versión tropical de la FBI, que participaron activamente de la campaña de Neves contra Rousseff, y también con un juez de primera instancia obcecado por demostrar que el PT es un nido de ladrones y que Lula da Silva no merece otro destino que las hogueras del infierno. La cantidad de abusos practicados, tanto por la Policía Federal como por un arbitrario e irresponsable juez de primera instancia, Sergio Moro, es impactante, al igual que la impunidad con que Moro actúa. A nombre de la justicia, cometió un sinfín de ilegalidades, a tal punto que no es absurdo afirmar que en Brasil los militares ya no son necesarios para golpes de Estado: basta dejar que actúen la Policía Federal, parte del Poder Judicial y otra parte del Congreso. 

Como perla final, vale destacar la actuación determinante de los medios hegemónicos de comunicación, muy especialmente el grupo Globo, el más poderoso de Latinoamérica. Lo que los medios de Globo hacen supera las más perversas prácticas de la indecencia periodística. 

Si a eso se suma la absurda lentitud de las más altas instancias judiciales para frenar la mano de un juez arbitrario e irresponsable, y de las autoridades superiores en estancar los abusos de la Policía Federal, el cuadro se completa. 

Así se armó este golpe, cuyas consecuencias nadie podrá prever. 

Frente al abandono del PMDB –concretamente, la última traición del más desleal aliado de la historia– poco espacio le queda a Dilma Rousseff para intentar revertir un cuadro adverso en el Congreso. Quizás aproveche los ministerios, cargos y puestos que le son devueltos para salir distribuyendo prebendas a cualquier diputado, de cualquier partido, que le jure lealtad a la hora del voto. El problema es que ni siquiera en esa clase de prostitución institucional que existe en el Congreso podrá confiar.

martes, 22 de marzo de 2016

Recordando la Cumbre de las Américas en el marco de la visita de Obama a Cuba

No todo es sandunguero entusiasmo en la primera visita de un presidente estadounidense a Cuba en 88 años, la isla socialista. El diálogo que sostienen los mandatarios de esos dos países ha sido hasta ahora –apenas el segundo día del encuentro oficial– cordial pero ríspido. Felizmente. Las divergencias políticas, axiológicas o semánticas están en la superficie dialógica, y en los contenidos subterráneos de las alocuciones públicas. La prensa estadunidense e internacional, notoriamente de escasa talla, no consigue salir de ese reclusorio de prejuicios que rodea a la trama Estados Unidos-Cuba. Eso está claro. Y es natural. La mayoría de los dueños y directivos y líderes de opinión de esos medios permanecieron históricamente articulados a los grupos de poder anti-castristas, y al ala más cavernaria de la élite en Estados Unidos, incluido el concilio cubano-estadunidense, tradicionalmente republicano. Y si hay algo que resaltó en la conferencia de prensa que ofrecieron los dirigentes en el Palacio de la Revolución, y que evidenció la persistencia de fisuras, y la incapacidad de la prensa para atender con profundidad de análisis esas grietas, fue la referencia de Raúl Castro y Barack Obama al caso Venezuela. En este tema Raúl no escatimó en el fincamiento de responsabilidades. Dijo que era urgente frenar el proceso de desestabilización que ciertas fuerzas e intereses promovían desde afuera y en contra de la nación venezolana. Barack refirió al asunto, pero sólo someramente, y con tacto engañosamente diplomático. Es de primer orden esta cuestión porque pone en evidencia que la política de Estados Unidos no ha cambiado sustantivamente. Ni la miopía oportunista de la prensa. La gestión estadounidense de Latinoamérica sigue su curso, pero arreciando el golpismo en algunas regiones, e interviniendo silenciosamente en otras. Por eso es pertinente recordar la última Cumbre de las Américas, que a nuestro juicio fue más demostrativa de la tensión y el conflicto geopolítico que late agudamente en el continente. 

A continuación una reproducción parcial de aquel balance que hicimos de la Cumbre, y de los aspectos que ameritan atención especial en la actual relación Estados Unidos-Latinoamérica. 
  

Venezuela o el alarmismo golpista. Estados Unidos, Colombia y México: Estados criminales
No es una casualidad inconexa. En las últimas décadas, Colombia y México –notoriamente los principales aliados de Estados Unidos al sur de río bravo– atraviesan conflictos de fuerte impacto, escenarios bélicos de alta intensidad. Colombia y México están en guerra. Y absolutamente nada de lo que hacen los gobiernos de estos Estados está orientado a frenar la guerra. Ni siquiera el trillado “proceso de paz” colombiano que tiene lugar en La Habana. Allí a lo mucho se discute un plan de desarme (domesticación) de la guerrilla, y una alteración en el balance militar a favor de las fuerzas armadas del Estado. Pero la guerra, esa de los poderes constituidos contra la población, seguirá su  curso, a veces silenciosa a veces ruidosamente. México, en cuestión de simulacros, no está a la zaga. El gobierno en turno, tras la presión de la comunidad internacional, acaso acepte firmar todos los convenios o acuerdos internacionales que “promueven” el respeto a los derechos humanos, y posiblemente promulgue leyes a granel o invente algún organismo ocioso e incompetente para una presunta protección de las garantías individuales. Pero la guerra, esa que mata, tortura y desaparece estudiantes e inocentes civiles, esa que transformó la justicia estatal en una impúdica cloaca, esa que desplaza poblaciones y despoja patrimonios y recursos vitales, esa que empoderó a los criminales y criminalizó al ciudadano; esa guerra social, al igual que en Colombia, seguirá su curso. Pero Estados Unidos, el principal socio de esos dos Estados criminales, es el campeón en mirar la paja en el ojo ajeno, y ocultar la incontrolada criminalidad interna, esencialmente estatal. Desde la muerte de Michael Brown en Ferguson, Missouri, el 9 de agosto de 2014, la cifra de afrodescendientes muertos por disparos de agentes blancos va en aumento vertiginoso. Según cifras de la prensa, en los últimos 8 meses han sido asesinados (algunos acribillados en estado de indefensión) 9 ciudadanos negros a manos de la policía. El caso más reciente es el de Freddie Gray, un afroamericano de 25 años que murió a causa de los golpes que le propinaron agentes de la policía local en Baltimore. Hasta ahora no se ha dictado ninguna condena penal contra los policías responsables de estos crímenes. Con la salvedad de algunas suspensiones simbólicas, toda esta trama de violencia racial (violencia estatal) está marcada por el signo de la impunidad. 

Pero nadie en la comunidad diplomática, en la arena internacional o en el concierto de Estados reunidos en cumbres, tratados, organizaciones, parece preocuparle significativamente esta estela de criminalidad estatal en esos tres países. Los lamentos por el deterioro de la situación social o la  presunta preocupación por eso que llaman el “orden jurídico” o los “derechos humanos” o la “libertad de expresión” o la “democracia”, curiosamente sólo tiene un destinatario: Venezuela.  

La Cumbre de las Américas en Panamá fue un escaparate mediático de este cinismo con claros visos de alarmismo golpista. El evento estuvo presidido por la inaudita catalogación de “amenaza inusual” que por decreto unilateral endosó la administración de Barack Obama a Venezuela, supuestamente por la violación de los derechos humanos de la “oposición” política venezolana. A esta moción de agresión subrepticia o lágrima de cocodrilo, se sumaron lacayunamente México y Colombia. En la antesala de la cumbre, el mandatario colombiano Juan Manuel Santos (que penosamente también se apellida Calderón), pidió por el “respeto a los derechos humanos en Venezuela”. Felipe Calderón Hinojosa, el mismo cuyas políticas e ilegitimidad condujeron a un baño de sangre nacional, añadió su rúbrica a la carta conjunta que enviaron cuatro ex mandatarios al presidente Nicolás Maduro, manifestando su preocupación por el deterioro de la situación política, la “falta de libertades” y la urgencia de hacer respetar los derechos humanos en Venezuela. Durante la cumbre, a la que por cierto asistió en persona, Calderón espetó hasta la hipertrofia la consabida consigna del coro lacayuno: “respeto a los derechos humanos en Venezuela”. 

En esos días de la cumbre, la prensa se dedicó a hacer circular calumnias con pretensiones de verdad noticiosa acerca de Venezuela. Y allí donde la noticia tenía un ápice de verosimilitud, el ordenamiento de la información generalmente respondía a una tentativa de manipulación u omisión parcial. Llama la atención una, especialmente por las cuestiones que ignora. En Venezuela –sostenía la nota– han muerto cerca de 105 agentes de la policía en los últimos años. No pocos testimonios corroboran la cifra en el reportaje. En las entrevistas, la gente hacía notar su preocupación, y a menudo señalaban al gobierno de Maduro por la situación de violencia dirigida contra agentes del Estado. Pero justamente acá radica lo contradictorio e interesante. La nota se ensaña en acusar a los gobernantes o dirigentes del Estado por la violencia de la que son objeto ciertos agentes del Estado. La cápsula cierra con una entrevista a un alto mando de la policía. Éste acepta que los policías han sido víctima de una ola de violencia criminal. Pero revela algo francamente sugestivo: a saber, que las armas que portan los criminales superan en calibre, tamaño e impacto a las armas que usa la propia fuerza pública, y que gran parte de ese armamento proviene de traficantes que operan en la frontera con Colombia. ¿Quién es el principal socio de Colombia y primer productor de armamento e infraestructura bélica en el mundo?  Una pista: ese país donde la fuerza pública, es decir, agentes del Estado, acribillan a la ciudadanía por su aspecto racial, y cuyo presidente, paradójicamente, forma parte de esa comunidad étnica que está bajo ataque policial.  

En Estados Unidos, México y Colombia la violencia criminal a menudo proviene del Estado. Por definición, se trata de crímenes de lesa humanidad, porque se ejercen o bien desde una posición de poder, o bien con la aquiescencia de los poderes establecidos, y contra una población inerme. Pero esos crímenes, que por definición agravian al conjunto de la humanidad, no tienen valor noticioso para la prensa, tampoco importancia política para la comunidad internacional. Es más redituable políticamente condenar las condiciones de vulnerabilidad de los agentes policiales (de Estado) en Venezuela, y esperar que el público se crea el cuento de que la agresión a un elemento estatal es más oprobioso o éticamente censurable o jurídicamente vejatorio que la agresión de un agente del Estado al conjunto de la población.

lunes, 21 de marzo de 2016

Nuevo mapa de los golpes de Estado en AL

Marcos Roitman Rosenmann
La Jornada
La agenda de la derecha latinoamericana no ha variado. Su máxima es no dejar gobernar a gobierno democrático alguno. La justificación ideológica para derrocarlos está a la orden del día. Si por alguna razón las clases dominantes dejaron en barbecho la técnica del golpe de Estado, se debió al reinado absolutista del neoliberalismo ejercido entre los años 70 y los 90 del siglo pasado. Hoy, la derecha política, económica, social, las grandes empresas trasnacionales, lo desempolvan, apuntando a nuevos enemigos: el populismo, la corrupción, y a una amenaza exterior identificada con el narcotráfico, el terrorismo internacional y los movimientos antisistema. 

El momento de euforia, sin intervenciones militares, cubre un breve periodo que va desde 1990 hasta 2002, momento del fallido golpe contra el gobierno del presidente constitucional y democrático de Venezuela, Hugo Chávez. A partir de ese instante, el putsch político se redefine. Los llamados golpes de guante blanco se compatibilizan con las armas de la guerra sicológica, comunicacional y las acciones desestabilizadoras en el orden económico, político e internacional. 

El golpe cívico-militar contra el presidente de Honduras, Manuel Zelaya (2009), se convierte en un punto de inflexión. En 2012, el derrocamiento del presidente Fernando Lugo, en Paraguay, da la bienvenida a los golpes consensuados entre los poderes del Estado. Hoy la derecha brasileña pretende dar la puntilla, forzando la dimisión de la presidenta Dilma Rousseff, cuya debilidad extrema, producto de sus propios errores, no se puede desconocer. La trama es posible gracias a una izquierda débil, cuya desarticulación se remonta a los gobiernos de Fernando Henrique Cardoso e Ignacio Lula da Silva. Defender este gobierno es un acto imposible, salvo apelando, como de costumbre, a una visión fatalista, en la cual, se arguye que los que vienen lo harán peor. Lo cual no impide ver que se trata de un golpe de Estado y un acto desestabilizador que rompe cualquier consenso democrático representativo. 

Si triunfa la operación Lavado Rápido, orquestada por los empresarios, el capital trasnacional, con aval de Estados Unidos y la eurozona, Brasil se transforma en referente para plantificar golpes fundados en el protagonismo político extemporáneo de jueces, fiscales y tribunales. El Poder Judicial, con el apoyo del Poder Legislativo, toma el relevo de las fuerzas armadas. 

 La corrupción, como argumento central, desplaza a un segundo plano la política económica y social para derrocar gobiernos, ampliando la base social del descontento, agitando la bandera de la transparencia, la buena gestión, apoyado en una izquierda destruida. ¿Cuál es el sentido de tal desplazamiento? 

Hagamos historia. Los años 90 del siglo pasado se caracterizaron por la reforma del Estado, el abandono de la inversión estatal y las políticas públicas redistributivas. El proceso desregulador, las privatizaciones, fueron las armas utilizadas para desmantelar el movimiento obrero y sindical, atacar a los partidos de la izquierda, a la par que declararlos obsoletos. Asimismo, la caída del muro de Berlín se interpretó como el fin de un ciclo histórico. Para los acólitos del neoliberalismo y la globalización fue el fracaso de la utopía socialista. En América Latina dicho argumento se aderezó con elucubraciones teóricas, destacando la obra de Jorge Castañeda, La utopía desarmada (1993), destinada a mostrar la desafección de los dirigentes de la izquierda latinoamericana, adjetivados como mafiosos, subrayando la esterilidad del pensamiento emancipador antimperialista, al tiempo que proponía trabajar consolidando la hegemonía estadunidense. Esta visión fue completada con El manual del perfecto idiota latinoamericano, publicación escrita por Carlos Alberto Montaner, Álvaro Vargas Llosa y Plinio Apuleyo Mendoza, donde el insulto sustituyó el argumento. Todo en pro de la supremacía de la doctrina neoliberal. Ambos textos cobraron protagonismo editorial gracias a una publicidad y fondos destinados a potenciar la guerra sicológica contra el enemigo interno. 

Sentimientos de frustración, desafección política, derrota y depresión fue el estado de ánimo de la izquierda latinoamericana y occidental. ¿Para qué golpes de Estado? En la Europa del Este se vivió el ajusticiamiento, tras juicio sumario, del presidente de Rumania, Nicolas Ceausescu, y su esposa, Elena, el 25 de noviembre de 1989, transmitido por televisión a todo el país. No hubo vuelta atrás. La estocada de muerte fue la ilegalización del Partido Comunista de la Unión Soviética. La guerra de los Balcanes dejó testimonio del cisma político. La primera guerra del Golfo supuso la hegemonía, una tercera guerra mundial con el triunfo del unilateralismo de Estados Unidos. 

En América Latina el fin del ciclo pasó factura. La invasión de Panamá, el 20 de diciembre de 1989, por marines estadunidenses, conocida como Causa Justa, marcó el punto de inflexión. Le siguieron la derrota electoral del Frente Sandinista en Nicaragua, el fracaso de la llamada insurrección final decretada por el Frente Farabundo Martí en El Salvador y la represión de la URNG en Guatemala. El fin de las dictaduras militares en el Cono Sur y la apertura de procesos electorales se interpretó como un periodo histórico marcado por la consolidación de la democracia representativa. En esos años se popularizó la versión idílica del neoliberalismo. Bajo el paraguas de la economía de mercado, todos podrían conseguir sus metas, aumentar sus bienes, prosperar y ascender en la escala social. Sin enemigos internos ni externos, sólo se trataba de administrar el orden neoligárquico. 

La emergencia de proyectos emancipadores en Ecuador y Bolivia, la consolidación del proyecto bolivariano en Venezuela, junto a gobiernos nacionalistas en Argentina, El Salvador y República Dominicana, entre otros, fue suficiente para sacar del armario la técnica del golpe de Estado. Sólo que la mano ejecutora no será la institución militar. El tiempo de la tolerancia llegó a su fin. La ofensiva neoconservadora se rehace. Los golpes de Estado regresan a la agenda, si alguna vez se fueron.

martes, 15 de marzo de 2016

El golpismo o la encrucijada política de América Latina

En marzo de 2015 un conjunto de acontecimientos impregnados de un hálito golpista (no sólo por la marca confabulatoria de la derecha alarmista, sino también, y acaso más señaladamente, por el signo concertado de la acción desestabilizadora), provocaron una respuesta condenatoria a escala ampliada de los analistas políticos, y naturalmente de los gobiernos envueltos en la trama. Hace un año –e incluso con anterioridad a esa fecha– ya se perfilaba con diáfana claridad la coyuntura actual. Y efectivamente los eventos desembocarían en los escenarios previstos: en Venezuela, la derecha consiguió una mayoría calificada en el congreso; en Bolivia, el Movimiento al Socialismo de Evo Morales perdió en las urnas el referéndum constitucional para ampliar el mandato del presidente; y en Argentina, la derecha capitaneada por el político-empresario Mauricio Macri derrotó al kirchnerismo en la última elección presidencial. Nadie discute los yerros de las dirigencias de izquierda para sortear con solvencia política ciertas crisis. Pero esa insolvencia no se sitúa dentro de un estado de cosas neutral: se produce en un entorno de una franca agresión multifactorial, que involucra a un conjunto de agentes e intereses recalcitrantemente refractarios. 

Justamente hace un año publicamos en este espacio un artículo que llevaba por título “La Doctrina Monroe o la paródica reedición del colonialismo estadunidense en América Latina”. En esa oportunidad hicimos un inventario de los hechos que prefiguraban la actualidad continental:

“El despido de Carmen Aristegui de MVS en México, los fondos buitre o el misterioso homicidio del fiscal Nisman en Argentina, la catalogación de “inusual amenaza” que por decreto unilateral endosó la administración de Barack Obama a Venezuela, el ‘fuera’ Dilma de las movilizaciones en Brasil, el opaco ‘reencuentro diplomático’ entre EE.UU. y Cuba, la infiltración de los intereses norteamericanos en el proceso de paz colombiano que tiene lugar en La Habana, el ‘fortalecimiento’ del dólar frente a las unidades monetarias latinoamericanas, la caída de los precios del petróleo que castiga particularmente al cono sur, son prueba fehaciente de otro episodio de colonialismo estadounidense en la región. Sin duda que ciertos analistas argüirán que estos eventos están libres del injerencismo de Estados Unidos. Pero basta con observar el perfil de las acciones de la alicaída potencia en otras geografías, y la terca presencia de la ‘solución’ militar en el tratamiento de los problemas que enfrenta el pináculo de la jerarquía estadounidense, especialmente los países limítrofes con Rusia, Afganistán, Siria e Irak, para inferir la presencia de un plan global de acción contra los territorios que en otra época administró sin restricciones Estados Unidos. Otras referencias valiosas que apuntan en la dirección de una agenda de reconquista regional son las tentativas de desestabilización en Ecuador, Bolivia, y los golpes de Estado exitosos en Honduras y Paraguay, en cuya confabulación estuvieron involucrados abiertamente ciertos conciliábulos de Washington”. 

De hecho, sólo en lo que corre del siglo XXI, es posible contabilizar por lo menos 8 golpes de estado en la región, unos fallidos otros concretados, con Venezuela a la vanguardia de esta ominosa inercia golpista: Venezuela (2002, 2003, 2014), Haití (2004), Bolivia (2008), Honduras (2009), Ecuador (2010) y Paraguay (2012). 

La agenda no se ha apartado un ápice de sus empeños. Sólo cambió la táctica. Más de un analista ha señalado que la región atraviesa una era de “golpes de Estado suaves”. La evidencia sugiere que la estrategia se apoya en tres soportes: medios de comunicación, movilización populista de los estratos medio-altos de la sociedad, y elecciones compradas. 

Washington y las oligarquías latinoamericanas aprendieron que el golpe “clásico” entraña costos políticos a mediano plazo. El criterio corto placista, que primó en otras coyunturas, perdió su prevalencia, y la apuesta de las elites ahora consiste en recuperar la hegemonía por la vía electoral, para cosechar una legitimidad “democrática” (nótese el entrecomillado) que asegure su estadía en el poder por un término de 20 o 30 años, que es lo que estiman necesario para instaurar o apuntalar la economía neoliberal extractiva en la región, más o menos libre de “reflujos” contestatarios. 

Argentina ya avanza en esa dirección. Y los escándalos de YPF, fondos buitre y el fiscal Nisman configuran la materia prima de la prensa para domeñar al kirchnerismo. 

En Venezuela, la Mesa de la Unidad Democrática (MDU), que no es mesa ni es unida ni es democrática, pero que sí agrupa al grueso de los grupos de derecha, anunció recientemente que impulsará una campaña para deponer (sic) al presidente Nicolás Maduro. Llama la atención el obsceno desembarazo de los sectores de la derecha para anunciar sin rubor un referendo revocatorio que notoriamente responde a designios desestabilizadores. 

En Honduras el crimen de Berta Cáceres, la ambientalista asesinada la semana pasada, es responsabilidad directa, dicen los analistas políticos, de la actual precandidata demócrata Hillary Clinton, por el respaldo subterráneo que la ex secretaria de Estado ofreció a los golpistas en aquel país, y que se tradujo en un clima de represión contra los movimientos e intereses populares (asesinatos de periodistas, activistas, defensores de derechos humanos). Es el costo humano que la habilitación de estos escenarios golpistas fomenta. 

En Brasil, la oposición anunció que paralizaría todas las mociones en la Cámara de Diputados, “con obstrucción permanente” (sic), mientras no se abriera un juicio de deposición contra Dilma Rousseff. Que irónico que la acusación de “antinstitucional” a menudo recaiga sobre las espaldas de la izquierda. Por añadidura, y con el propósito de enterrar terminantemente al PT y sus dirigentes, la derecha dispuso perseguir políticamente a Luis Ignacio Lula da Silva, el histórico líder del partido y virtual candidato del PT a la presidencia en la próxima elección. Tan sólo hace unos días la fiscalía de Sao Paulo giró una orden de arresto en contra de Lula, presuntamente por lavado de dinero e identidad fraudulenta. La derecha se cierra categóricamente al diálogo, y absolutamente desdibujada en materia de propuestas, se ciñe a un discurso condenatorio y de repudio hacia las figuras emblemáticas de la izquierda en Brasil. La apuesta es evitar otro mandato del PT, y en el cálculo político de los grupos de poder (que por cierto el lulismo dejó más o menos intocados), la sepultura electoral de Lula da Silva es una condición necesaria, aunque no suficiente. Eso explica que además movilicen populistamente a los sectores reaccionarios e incautos de Brasil, y difamen hasta la hipertrofia a la dirigencia petista, naturalmente con el apoyo cómplice de Rede Globo. 

Es evidente a todas luces que Estados Unidos está empeñado en cambiar esa convicción que ronda en la región, y que oportunamente enuncia Evo Morales: “Washington debe saber que no estamos en tiempos de reparto imperial y el modelo neoliberal ya no sirve para América Latina”.

En realidad lo que está en cuestión es la restauración oligárquica en los países del sur. Y la estrategia que dispuso la derecha se apoya ostensiblemente en el golpe de Estado “suave”, apostando a recuperar la hegemonía a través de sufragios envueltos en campañas negras. 

martes, 8 de marzo de 2016

El caso Trump


La candidatura de Donald Trump por el Partido Republicano a la presidencia estadunidense domina las noticias y los análisis del intenso proceso político que está en marcha en ese país. Lo que originalmente se vio como un asunto pasajero se ha convertido en tema crucial para el movimiento conservador radical, el que supuestamente tenía las riendas del partido.

Qué decir de los expertos y abundantes comentaristas que no aciertan a interpretar lo que ocurre. Cada día tienen que rehacer sus argumentos a modo para no salirse de la foto. Se han vuelto parte del espectáculo mediático, encabezado por el protagonista de todos los protagonistas, ensalzado luego de su papel estelar en la televisión con la serie El aprendiz. Trump lo puede todo. Esa es su consigna y, dice, desde fuera de la política.

El espacio para un candidato como Trump se ha abierto en un proceso largo, que ha ido definiendo al ala más extremista del movimiento conservador. Ahora, ese campo se ha vuelto fértil. Para ello ha contribuido en los últimos 15 años el efecto social adverso provocado por las guerras desatadas luego del 11 de septiembre de 2001 y luego reforzado por la crisis financiera de 2008.

El conservadurismo moderado –según se entiende en Estados Unidos–, que representó Reagan y luego la familia Bush, perdió su lugar en el terreno político.

Desde mediados de la década de 1950 la vertiente radical del conservadurismo político se empezó a definir con el senador Barry Goldwater por medio de su influyente libro titulado La conciencia de un conservador.

Ahí, Goldwater planteó que el gobierno es el enemigo de la libertad y demandaba la eliminación del seguro social, de la ayuda federal a las escuelas, a los programas públicos de bienestar social y a la agricultura, así como el fin de los acuerdos entre sindicatos y empresas. Además cuestionó la decisión de la Suprema Corte en el caso Brown vs Board, de 1954, que declaraba inconstitucionales las leyes estatales que establecían la separación de escuelas públicas para estudiantes negros y blancos. Proponía retirar los fondos a Naciones Unidas y preparar las armas nucleares para su uso frecuente.

De alguna manera ese movimiento se considera como el antecedente del actual Tea Party, creado en septiembre de 2004 por los influyentes magnates, los hermanos Koch, mediante su fundación de carácter expresamente político llamada Americanos por la Prosperidad y la Libertad.

El partido postula ser un movimiento popular que vigila toda amenaza a la seguridad, soberanía y tranquilidad de nuestra amada nación. El partido, se afirma, representa la voz de los verdaderos dueños de Estados Unidos: nosotros el pueblo.

El predominio del Tea Party se considera como la fuerza que ha acorralado a los conservadores moderados, sobre todo en la Cámara de Representantes y en el Senado, frente a los extremistas y que ha provocado la parálisis legislativa en la administración de Obama. El discurso predominante entre los candidatos republicanos en las elecciones primarias que están en curso expresa de modo directo los postulados esenciales de ese movimiento.

Trump arrebató el discurso más extremo de los políticos conservadores que supuestamente debían disputarse la candidatura: los senadores Cruz y Rubio, y también de los gobernadores Christie y Kasich. Hacer América grande de nuevo es su lema de campaña y expresa viejos y nuevos temas del populismo en este país tanto de demócratas como de republicanos.

Entre las muchas interpretaciones de lo que está ocurriendo con Trump, están el malestar provocado por la crisis económica, la incertidumbre de las condiciones sociales, el efecto del cambio demográfico, la forma en que esto repercute en los distintos grupos de la población y las confrontaciones de diverso tipo que dominan la escena política.

Se concluye, entonces, que Trump pone en evidencia la fractura social del país. Pero que sea un magnate y precisamente de su estilo personal y con las posturas ha expresado abiertamente desde un principio el que pueda convocar a los votantes conservadores y ponerse a la cabeza del proceso político es una cuestión sobresaliente.

El caso Trump no es trivial para esa sociedad ni para el resto del mundo. Él se adjudica como virtud primordial ser un multimillonario hombre de negocios, capaz de arreglar cualquier cosa a su favor. Es así, como aglutina la preferencia y admiración de sus seguidores.

Hoy se advierten en distintas partes del mundo muchas manifestaciones del repudio social hacia los políticos y partidos. A este fenómeno contribuyen diversos factores, como las nuevas formas de comunicación; el desgaste de la representatividad popular; el problemático acomodo frente a las cambiantes condiciones de trabajo y la generación de ingresos para las familias; las exigencias y las necesidades sociales que cambian de orientación y sentido, como ocurre con la educación.

El ambiente general se caracteriza por la desazón enraizada en muchas sociedades. La forma en que esto se expone en Estados Unidos es cuestión relevante en términos políticos y culturales. La democracia misma es el centro de la disputa.

sábado, 5 de marzo de 2016

Crónica de la marcha del 26 de febrero en Xalapa


Giovanni Duayhe Zilli

No todos los días se vive un día democrático en México. Al contrario, esa cultura nos es tan ajena, vamos día a día reconstruyendo nuestra realidad a través del prisma del autoritarismo, que cuando vemos una manifestación genuina de democracia, nos resulta extraña, como de otras latitudes.

Xalapa, Veracruz y México tuvieron hoy un día de esos, en el que se puede constatar de primera mano el poder del pueblo, en el que una multitud organizada hace pensar, “somos más”.

Ayer jueves, después de la primera manifestación, la del FESAPAUV (el sindicato de académicos y administrativos de la Universidad Veracruzana) la tarde en las calles de Xalapa era peculiarmente tranquila.

En unos minutos, la opinión pública se enteraría de que el Gobernador de Veracruz, Javier Duarte, habría cedido a las demandas del sindicato y de la Universidad, en cuanto a presupuesto y autonomía.

Tal vez un intento de bajarle la intensidad a la segunda marcha convocada para el viernes, que no se circunscribía únicamente al sindicato, sino dirigida a la comunidad universitaria en general y sociedad civil. Una que, entre otros matices,encapsularía el malestar de la sociedad veracruzana.

Con esta incertidumbre comenzó el día viernes, ¿se debilitaría la marcha de hoy?

Tendría lugar, eso sí, a las 12 del día, saliendo diversos contingentes de las facultades y dependencias de la Universidad: las más cercanas al centro, desde Rectoría. Las más alejadas, proviniendo del sudeste, las de Negocios, Pedagogía y Psicología; y las del norte de la ciudad, Medicina, Odontología, Economía y Humanidades, desde la Facultad de Economía.

El punto de reunión: la Plaza Lerdo-Regina, en el centro de la ciudad, frente a Palacio de Gobierno.

Rumbo a las 11:30, en Rectoría, todavía no se podía solventar la duda. Poca gente, dispersa, sin el ánimo propio del que se va a manifestar. No obstante, emergieron paulatinamente: maestros, egresados, estudiantes y unos que otros padres acompañados de sus hijos.

A medida que la convocatoria se iba nutriendo, el ruido y la expectativa aumentaban. – ¡Detrás de la rafia! Y formando una columna angosta, como de cuatro metros, pero muy larga, comenzó el descenso de la calle Díaz Mirón, dejando libre un carril para la circulación de autos y camiones.

En seguida, una sirena de ambulancia. Arrimándose la columna al cerro sobre el que está cimentado el fraccionamiento Lomas del Estadio, el blanco vehículo siguió su camino sin alterar su ritmo, aumentando en ese momento la bulla de todos, como echándole porras también al accidentado, en un día en que todo era posible.

“Xalapa, escucha, también ésta es tu lucha”

Las escuelas primarias se sucedían durante el recorrido de las calles Díaz Mirón, Diego Leño, Santos Degollado, Murillo Vidal, Zamora, y la escena era la misma: cartulinas adosadas, en cuyas consignas la demanda siempre era la misma: más recursos a la educación, apoyo total a la Universidad. Y maestras, directoras y administrativas alentando a los asistentes, auténticamente.

Toda actividad del centro se paralizó, pero no provocando caos, sino en una especie de expectación y contemplación, de una marcha que llegaba en un punto crítico en la situación del estado de Veracruz, que valía la pena ver, pues el sentimiento era el mismo en todos los sectores, en todas edades.

Los niños que, asomados a las ventanas y en las puertas, probablemente nunca habían visto una acción civil como ésta, sujetaban asombrados sus celulares como para captar ese momento en que la cotidianidad se puso en pausa, en el que un grupo grande de gente, muy organizada y sin ningún ápice de violencia, interrumpía su rutina.

Los cocineros y meseros de los restaurantes salían a aplaudir, uniéndose a las consignas, riéndose de las ocurrencias de la manifestación, de la piñata de PeppaPigque iba y venía lo largo de la columna, del “¡el que no salte’s Duarte, el que no salte’s Duarte!”.

Y en las azoteas de los edificios, la gente contemplaba. Los empleados de Movimiento Ciudadano y Acción Nacional, cuyas sedes de partido se suceden en una parte de ese trayecto, muy animosos, aunque no podían salir de sus oficinas, se desgarraban las vestiduras por montarseenla manifestación.


La Plaza Lerdo estaba servida, ninguna presencia estatal ni policial. La puerta de la Catedral, cerrada. Un dron volaba sobre la escena. Los contingentes iban llegando y, como en las Olimpiadas, el audio que animaba la marcha los anunciaba: -Facultad de Derecho, Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales, Ciencias Agrícolas, etc. Todos con sus lonas.

Si bien ya había mucha gente en la plaza,a lo lejos sobre Enríquez, finalmente, irrumpió el contingente que incluía Ciencias de la Salud, Economía y Humanidades. Faltaban ellos para que nos embargaraesa sensación de multitud como la que se vive en un estadio.

El clima, que en el comienzo era solamente nublado, fue bajando la temperatura y humedeciéndose. Hacia al final empezó a llover.

La algarabía continuó, sin embargo, echando porras, aplaudiendo, siempre soltando consignas. E incluso el grito de despeje de portero, que tan polémico le resulta a la FIFA, fue entonado un par de veces, ehhhhhhhhhhhhhh…

La agenda de los organizadores incluyó diferentes actividades: la obra de teatro “Estridentópolis”, el “son jarocho de la UV”, palabras de algunos líderes de juntas estudiantiles, de otras Universidades que se sumaron al apoyo de la Veracruzana, el recuento de reivindicaciones y reparaciones pendientes: el dinero, el mañana pago, la seguridad, los 43, los periodistas, Nadia, Rubén, Tierra Blanca… temas estatales y nacionales revueltos.

Hacia las tres de la tarde, se fue vaciando la plaza. La agenda casi había terminado, el frío y la lluvia eran ya considerables. No se mencionó nada sobre una siguiente marcha, o sobre acciones a tomar en caso de tal o cual escenario. O no lo escuché.

Quedó claro que, aunque algo tarde, una presencia civil se mostró como lo que puede ser, un contrapeso al abuso de poder. Que la situación actual ocupa un lugar prioritario en la mente del veracruzano. Que en la sobremesa se conversa sobre esto y en las escuelas se discute, y que el día de hoy fue uno de esos días de la historia del tiempo presente.