sábado, 20 de febrero de 2016

La UV y la autonomía sin adjetivos



El conflicto entre la UV y el gobierno del estado por el secuestro de recursos financieros no se reduce a un problema de autonomía financiera. El problema es complejo y por lo tanto se impone la necesidad de señalar la variedad de factores que intervienen, tanto históricos como coyunturales para acercarnos a la comprensión de la situación en la que se encuentra el sistema de educación superior en Veracruz y sus posibles soluciones. Lo que está en riesgo en la coyuntura actual no es sólo la viabilidad de la UV sino de todo el sistema de universidades públicas en el país.

El contexto internacional resulta bastante desfavorable para el futuro de la educación pública. Baste señalar que actualmente existen conflictos alrededor del mundo que enfrentan los embates de las recetas neoliberales relativas a la educación superior. En Europa el Plan Bolonia sigue su marcha con la finalidad de acabar con el modelo de universidad pública surgida en el seno del estado benefactor y transformar la educación en simple mercancía. En el plano nacional las cosas no están mejor pues a la dinámica anterior habría que agregar las consecuencias de la venta de los principales activos del país, como PEMEX, lo que ya está provocando recortes al presupuesto nacional. Varias universidades públicas están enfrentando una situación similar a la de la UV por la falta de recursos, manipulados por los gobiernos estatales para cubrir las abultadas deudas contraídas para financiar campañas electorales y enriquecer al grupo gobernante. Tanto el contexto internacional como el nacional operan en contra de la viabilidad de las universidades públicas, las cuales han venido enfrentando desde los años ochenta reformas encaminadas a reconfigurarlas de acuerdo al modelo neoliberal. La disminución del presupuesto y de la matrícula de las universidades públicas ha pavimentado el camino para el surgimiento de universidades privadas, las cuales se han visto favorecidas por la política educativa del gobierno federal, convirtiéndolas en actores privilegiados en el campo educativo nacional.

El contexto veracruzano, por su parte, está enmarcado por el debilitamiento del gobernador del estado, el proceso electoral para gubernatura y congreso local, la sucesión de la rectora en turno en 2017 y por supuesto, la crisis humanitaria en el estado, lo que ha provocado que los actores sociales reduzcan al mínimo sus protestas y movilizaciones. En el caso del movimiento estudiantil, después del ataque del cinco de junio del año pasado y los asesinatos de Nadia y Rubén, ha tomado una postura defensiva y de franco reflujo lo que ha facilitado que las autoridades administren el conflicto para inhibir manifestaciones masivas que podrían complicar el momento electoral, a menos que estén convenientemente controladas y coordinadas desde arriba.

Los actores involucrados en la crisis universitaria pueden clasificarse en externos e internos. Entre los primeros destacan el gobierno del estado, los partidos políticos y las organizaciones que agrupan a las universidades públicas del país, como la ANUIES. Ésta última ha respaldado a la rectora de la UV en su exigencia de que el gobierno del estado cumpla sus obligaciones constitucionales pero la respuesta del Javier Duarte se ha movido entre la negación y la promesa de negociación, entre la burla y la mentira. Los candidatos para sucederlo han coincidido en defender a la universidad pero sin precisar de qué manera lo harían una vez que llegaran a gobernar; más bien procuran sacar algún beneficio defendiendo una causa justa. En todo caso, el gobierno del estado ha mantenido por décadas una actitud distante de la UV y no se ve que eso vaya a cambiar en el futuro cercano. Fieles a las posturas neoliberales y ahora con la disminución de recursos federales, los políticos locales mantendrán su distancia de la UV, profundizando así la crisis por la que atraviesa, y fortaleciendo el modelo privatizador.

Al interior de la UV la diversidad de intereses no es menor. Pensar en la unidad como punto de partida para defenderla pasa por alto la enorme brecha que existe entre la alta burocracia, encabezada por la rectora, y el resto de la comunidad. Al grupo en el poder habría que agregar a los académicos de tiempo completo y a los contratados por horas, a los investigadores, a los estudiantes y al FESAPAUV. Éste último se ha mantenido al margen del conflicto, en medio de la negociación para el aumento salarial, dividido entre su lealtad al gobierno y sus obligaciones con los profesores. No parece que su postura vaya a cambiar, a pesar de que la incertidumbre con respecto al pago de los maestros es pan de cada quincena. Por su parte, el sector académico será el más afectado en el corto plazo y es probable que ante la falta de pagos salga a las calles pero en cuanto reciba su cheque no dará un paso más. Ésa es tal vez la razón por la cual el sector más dinámico de la universidad, el estudiantado, no ha tomado acciones: percibe el conflicto como gremial y por tanto no ve con claridad cómo les afectaría. Sin embargo, propia rectora ha deslizado la posibilidad -ante la falta del pago del adeudo- de cobrar a los estudiantes una cuota para cubrir los huecos financieros y mantener en funciones la universidad.

De lo anterior se desprende que el problema sobre el que se desarrolla la crisis actual es un problema complejo y que resolver una parte, la financiera, no resolvería la crisis en su totalidad. Aún en el caso, poco probable, de que el gobierno del estado cubra el adeudo con la UV la crisis prevalecerá. La situación en la que se encuentra la UV en nuestros días viene de lejos y está estrechamente relacionada con su dependencia histórica del gobierno del estado. A pesar de ser autónoma por ley, la UV ha marchado casi siempre detrás de los gobiernos, ha sido la caja de resonancia de la línea oficial. Gracias a ésta dependencia, la universidad pública ha sido devaluada, saqueada y privatizada sin que se haya conformado una resistencia eficaz para evitarlo. Sus autoridades han convenido con los gobiernos las transformaciones privatizadoras y sólo en raras ocasiones han aparecido públicamente las protestas. Estamos ahora frente a las consecuencias del sometimiento. En esta coyuntura sería necesario preguntarse si es viable una universidad con una autonomía sin adjetivos, una autonomía real del gobierno del estado. Porque si no es posible entonces la UV está condenada a existir en el papel, enroscada sobre sí misma, destinada a vivir en coma permanente, gracias a los oficios de la receta neoliberal y del sometimiento de sus autoridades.

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