lunes, 25 de marzo de 2013

El Imperio de la Ley Herodes: historias de justicia a la mexicana

El video de la discordia 

En internet circula un video que ha atrapado la atención de la prensa nacional e internacional. Hasta CNN Noticias ha dedicado una de sus manipulativas cápsulas informativas a la referida grabación. Y mientras las autoridades expuestas sugieren que el suceso captado infraganti requiere una investigación más exhaustiva, el ciberespacio se ocupa de difundir lo que de otro modo estaría vedado en un país gobernado por el inquebrantable precepto “te chingas o te jodes”. El video –tomado desde la cámara de un teléfono celular en el interior de un auto particular– captura la secuencia de acciones que con rigor doctrinario realiza la policía con fines de procuración de justicia en las calles de México: torcedura de extremidades, aplicación de llave china, estrujón de genitales, tehuacanazo lacrimógeno, recordatorios de progenitora, sometimiento contra el asfalto etc. El video fue grabado por una de las víctimas de la justicia mexicana, al momento de su detención-levantón en San Miguel de Allende. Aunque en la grabación no se alcanza a apreciar, se sabe que ya en las instalaciones de los separos ministeriales las autoridades aplicaron a los detenidos el protocolo de humillación que en tierras arábicas practican litúrgicamente las tropas de pacificación estadunidenses: esposados, amordazados, les despojaron de sus prendas para exhibirles, a modo de ofrenda, ante la voyerista autoridad uniformada. 

En un asalto de provocación típicamente panista, el priista alcalde de San Miguel de Allende, Mauricio Trejo Pureco, escribió en su cuenta de twitter: “¿Si hubiera sido el ejército te hubieras bajado?”. 

En otro asalto de analfabetismo también típicamente panista, el priista alcalde agregó: “Piénsalo y analisa (sic) bien el video”. 

Lo único que cabe pensar, analizar y concluir es que, en lo que respecta a técnicas de tortura física o psicológica, violación de derechos humanos, represión policiaca, corrupción e impunidad institucional, México avanza con paso firme hacia ¡Adelante! 

La ciudad de las flores 

En la histórica capital de Veracruz, Xalapa, el aluvión de fuerzas de seguridad ha subvertido el decorado de la otrora reconocida ciudad de las flores: ahora la capital se pinta de azul gendarme y verde olivo militar. Por disposición gubernamental, se decretó la implementación de un operativo conocido como Xalapa Seguro, cuya intención es fortalecer la presencia de las fuerzas del orden para combatir más eficazmente a la delincuencia organizada. En una de estas iniciativas virtuosas de combate al crimen, el acaecido fin de semana un grupo nutrido de efectivos policiacos inauguró un punto de operaciones en el corazón del centro histórico, más exactamente a la altura de los centros nocturnos, donde a menudo transitan las multitudes enfiestadas. El sábado, alrededor de las 3:00 de la madrugada, los elementos de seguridad señalados cerraron el paso a un vehículo que circulaba con normalidad por la avenida. En una acción que a ojos vistas realizan rutinariamente, los efectivos cercaron el auto, bajaron del vehículo al conductor y al acompañante –ambos estudiantes, entre 23 y 26 años de edad–, los sometieron contra el piso, catearon violentamente el interior del auto, arrojaron a la calle los artículos personales, y luego apuntaron su lámpara de mano a los transeúntes que miraban el aparatoso espectáculo, como tratando de averiguar si alguno estaba grabando aquellas heroicas “acciones de combate frontal a la delincuencia”. Casi en seguida, un policía pidió a los jóvenes que recogieran los artículos que unos minutos antes sus compañeros habían tirado sin rubor fuera del auto, en un acto de apreciable humillación. 

Pero el episodio de “restablecimiento de la seguridad” no acabó allí. Aunque no se puede saber con exactitud el desenlace de esta típica historia de justicia a la mexicana, pues lo último que se alcanzó a presenciar fue que el auto arrancó con las dos víctimas al frente, uno conduciendo (lo cual descarta una presunta intoxicación alcohólica), y tres policías encapuchados en el asiento trasero, con armas de alto calibre empuñadas, escoltados por un convoy (o unidad de choque, en la terminología coloquial), se puede hacer una inferencia o reconstrucción de lo que ocurriría más tarde. Y como dice el comerciante de exitosa prosapia: “ahora sí que le vengo manejando jefita las siguientes occiones…” a modo de final trillado: una golpiza o “calentadita” a los dos tripulantes del auto; o una generosa mordida –la pura centaviza o mínimo un tostón– después de una sesión de intimidación verbal, amenazas; o una remisión a los separos ministeriales donde se les amedrenta e incomunica, con lujo de extorsión, agresión física o violación… 

En fin, selecciónese el final que más fielmente equipare su experiencia con la justicia mexicana. 

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