martes, 3 de abril de 2012

Claves para la crítica de la democracia liberal


Cuando uno se aventura en la crítica a la democracia liberal se enfrenta con un problema delicado pues los que se oponen inmediatamente nos recuerdan que sin las instituciones liberales volveríamos al fascismo y la barbarie. Creo que ese argumento es débil y manipulador de la historia. Nos dicen que eso fue lo que hicieron Hitler y Mussolini, con las consecuencias del caso. Pero lo que no dicen, es que esos "monstruos" de la historia fueron apoyados y aplaudidos por los mismos que ponen a la democracia como un fin y no como un medio. Caca Cola inventó la Fanta para seguir vendiendo su veneno en la Alemania nazista y IBM le rentó las computadoras y diseñó los programas para organizar la matanza de judíos, gitanos, polacos, húngaros, rumanos y demás 'razas' indeseables. Es decir, los dueños del dinero defienden la democracia mientras les conviene pero en cuanto ésta no les favorece no dudan en dar golpes de estado y matar a quien se oponga a su labor 'civilizadora'.

En este sentido, una primera clave para construir una crítica de la democracia liberal (¿habrá otra en operación?) sería definirla como un medio y no como un fin en sí mismo. La democracia como un medio para lograr un objetivo sencillo y a la vez gigantesco: establecer condiciones sociales, económicas y políticas para que todo ser humano pueda elegir su destino, en el marco de principios comunes. En el caso de que la democracia no contribuya a generar tales condiciones no habría más remedio que aceptar que es sólo un fetiche muy útil para ocultar una realidad que cada vez nos aleja más de la posibilidad de elegir.


La crítica de la democracia liberal se impone entonces como una obligación para todos aquellos que consideran fundamental reinterpretar el mundo para iniciar un cambio verdadero del mundo en el que vivimos. Es evidente que hoy todos los actores políticos y económicos así como buena parte de la ciudadanía considera a la democracia como un ícono de la libertad y la igualdad pero el hecho innegable es que después de que en México, por ejemplo, se vivió una trans(a)ición política que supuestamente amplió la presencia de mecanismos democráticos para la convivencia social el país, hoy por hoy, es más pobre y mas acotado en el ejercicio de sus libertades que antes. La guerra civil iniciada por el enano de Los Pinos (enano no por su estatura física sino ética y política) es una clara muestra de cómo los poderosos no vacilan en militarizar el país para mantener sus privilegios con el cinismo de decir que la guerra se justifica precisamente para salvar a la democracia. ¡Hágame usted el favor!


Así las cosas, la defensa histérica de la democracia por los políticamente correctos intelecutales del poder resulta más una defensa de los intereses de unos cuantos que el medio para lograr la libertad de elegir para la inmensa mayoría de los habitantes del mundo. Este hecho, insisto, nos obliga a pensar en la mejor manera de enfrenta el fetiche de la democracia liberal y sustentar una crítica que debilite sus bases ideológicas y evite ser emparentados con el fascismo y las propuestas totalitarias. Para los liberales, el atacar la democracia representa el pecado político por excelencia por lo que si queremos debilitar al liberalismo y sus conceptos decadentes, como estado de derecho, democracia y soberanía popular, habrá que empezar por ridiculizarlos mostrando la enorme distancia que hay entre las promesas de la ideología liberal -históricamente agotadas- y la realidad social. Pero al mismo tiempo, habrá que proponer conceptos que los sustituyan, que nos permitan reinterpretar el mundo y mirar a la cara del pasado y el presente. Ese es el reto, reinventar el mundo para que, como sostienen los neozapatistas, quepan muchos mundos.


Sobra decir que abordar semejante tarea puede tener variadas consecuencias, desde el escarnio o la indiferencia, hasta las típicas acusaciones de ser un argumento primitivo, utópico, fascista o de plano simple y llanamente ignorancia supina. Pero también a la soledad, a la desconfianza de la mayoría de los colegas, conocidos y 'compañeros de trabajo'. Habrá que cargar con el estigma que mejor acomode a las buenas conciencias y remar contra la corriente con las consecuencias emocionales del caso. Pero la verdad, prefiero cargar con eso que seguir cerrando los ojos para, como la avestruz que mete la cabeza en la arena, rogar para que los problemas se arreglen por si mismos o peor aún, los arreglen los mismos que los provocan de manera calculada para seguir montados en el macho. En todo caso, hay cada vez más personas que estarán de acuerdo en que es necesario actuar y romper con inercias ideológicas caducas. Ha ellos me dirijo hoy y siempre.

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