jueves, 29 de septiembre de 2011

Por el derecho de las mujeres a decidir

Las discusiones en la Suprema Corte de Justicia de la Nación con respecto a las recientes reformas en varios estados de la república para criminalizar el aborto vuelven a poner en la mesa de discusión a los derechos humanos, particularmente de las mujeres embarazadas que no desean tener hijos frente a la satanización derivada de creencias religiosas que ha cobrado vida en las normas jurídicas. Procurando tapar el sol con un dedo, nuestros gobernantes creen que el problema es de leyes y no de salud pública.

Para los rudos, la suspensión del embarazo es un crimen que debe ser perseguido, encarcelando a las mujeres que, “haiga sido como haiga sido” (Calderón dixit) la eligen como opción. Se está, según ellos, frente a un delito que no puede ser tolerado y que lesiona gravemente a la sociedad pues atenta contra la vida. Por su parte, los técnicos sostienen que el aborto es un problema de salud pública y que en consecuencia debe ser tratado con un enfoque diferente que considera que ilegalizarlo sólo aumenta la brecha entre ricos y pobres, provocando muertes absurdas porque al final el aborto es un hecho social que no será erradicado con penas corporales sino con prevención y con atención digna para las mujeres, sea cual sea su decisión.

Y si bien, la educación para la prevención resulta indispensable los embarazos no deseados no van a desaparecer de un día para otro por lo que persiste el problema; ¿qué hacer con las mujeres que desean suspender su embarazo? De nada sirve insistir en que lo ideal es no llegar a enfrentar tal problema sino tomar una posición clara en lugar de sacarle al vuelta. Las discusiones de los ministros de la corte enfrentan enormes presiones por parte de los grupos de poder así como incluso de presidente de la república y su cónyuge, que sigue pensando que el pueblo la eligió a ella también -como si no fuera suficiente tener que aguantar los humores de su marido.

Que ironía que el hombre que ha desatado una guerra civil en nuestro país que ha cobrado la vida de mas de cincuenta mil personas (cifra similar a los soldados yanquis muertos en Vietnam) se muestre tan preocupado por la vida de los nonatos. Cuesta trabajo creer que esta no es otro intento de gobernar el país a partir de sus creencias religiosas -que dicho sea de paso parecen servirle como escudo para liberar su conciencia de la responsabilidad de esas decenas de miles de vidas. Tal vez por ello ha decidido embarcarse en la cruzada contra el aborto, como una manera de justificarse y procurar mejorar su imagen, tan deteriorada en nuestros días.

En todo caso las posiciones están muy claras: o el estado y la sociedad lo reconocen como un problema de salud pública o como un problema penal. Sea cual sea la decisión de los ministros las mujeres seguirán practicando el aborto, ya sea enfrentando la posibilidad de ser detenidas y encarceladas o la posibilidad de perder la vida en el proceso. Ninguna ley, ninguna divinidad, ningún político podrán cambiar eso. Es como decía el viejo Durkheim, un hecho social, algo que sucede al margen de las opiniones, creencias o prejuicios de los integrantes de una sociedad determinada. Y como tal, sería mejor enfrentarlo desde una perspectiva humana que desde una divina. Los hechos sociales no tienen nada que ver con fuerzas extraterrestres o suprahumanas sino simplemente consecuencias de las relaciones sociales. Por eso, frente a esta problemática hay que colocarse con los dos pies en la tierra, pues solamente nosotros podremos enfrentarla. Lo demás es predicar lo que en la privacidad no se practica. O me van a decir que esos que pregonan la cárcel para las mujeres que abortan no han tenido que enfrentar el dilema en su propia casa, con su propia familia. La diferencia radica en que las mujeres pobres se la rifan en la mesa de un sujeto que se dice doctor, sin las mínimas condiciones de higiene, mientras que las ricas lo hacen en un hospital de lujo, en nuestro país o en el extranjero. ¡Basta de mojigaterías y dobles discursos! Dejemos a las mujeres decidir por sí mismas y apoyémoslas como sociedad y como individuos, sea cual sea su decisión. Es lo menos que podemos hacer.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Xalapa/ se hermana/ con esta Caravana

No era una espera ordinaria. El fragor del llanto, el grito de furia, el paroxismo catártico, se percibían, aunque distantes, inexorables. La espera, pariente de la esperanza, acaso mellizos, tenía un sabor ligeramente distinto, cálido, a lágrima salada. Angustia contenida. Catarsis largamente aplazada.

La plaza Lerdo susurraba en tono premonitorio la proximidad de un episodio sin parangón en la ciudad. Empero, sordos, como de costumbre, absortos en la dimensión intrínseca, extraños a los signos extrínsecos, se ignoraba el guiño de complicidad del recinto. Escépticos, aunque con efervescencia ascendente, los escasos concurrentes preguntaban con ahínco la ubicación exacta de la Caravana, el volumen del contingente, el ánimo de la multitud. De a poco, la plaza comenzaba a colmarse. Entre transeúntes curiosos –los menos–, asistentes atentos a la convocatoria y organizadores entusiastas, el festival artístico –prólogo a la recepción de la Caravana– se efectuaba sin demoras, con la venia de Tlaloc, felizmente ausente esa tarde: poesía, música latinoamericana, trova, jazz, títeres.

Stephane Hessel, después de su estridente irrupción en la Puerta del Sol (Madrid), hacía acto de presencia, aunque en letra impresa, en la plaza Lerdo: ¡Indignaos!, libro-insignia del escritor germano-francés, agotaba sus ejemplares en los puntos ambulantes de venta.

Los concurrentes, impacientes, calentaban las gargantas con consignas de bienvenida: “Xalapa/ se hermana/ con esta Caravana”; “No queremos balas/ no queremos sangre/ queremos universidades”. El público presente, alentado por un entusiasta animador, reconceptualizaba, con insuperable ingenio mexicano, los insultantes términos de la perorata oficial: así, la expresión nini (jóvenes que ni trabajan ni estudian), se hizo extensivo a todos los presentes, en un juego de palabras que reinterpretó el otrora término despreciativo con un ni nos callamos ni nos rendimos.

Finalmente, alguien en la multitud, cada vez más numerosa, anunció que la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad se acercaba. No pocos corrieron anticipadamente al encuentro. Ya para entonces, la noche, no el sol, caía a plomo. En el cruce de Xalapeños Ilustres y Enríquez, el contingente Xalapa, apreciablemente el más numeroso que ha reunido la Caravana en su accidentado trayecto por el sur, efectuaba una parada técnica: la marcha, orgullosa, lucía su pletórica reserva moral y humana ante las febriles ráfagas de los flashes.

Una vez alcanzada la plaza, las multitudes y la Caravana –férreamente custodiada por ciudadanos– convergieron vertiginosamente y se fundieron en un solo y ensordecedor clamor: “Xalapa, escucha, por tus hijos es la lucha”.

La primera víctima en tomar la palabra saludó al público agradeciéndole su asistencia, y visiblemente conmovida sostuvo: “Este es el mejor recibimiento que ha tenido la Caravana en su recorrido por el país”.

Uno a uno los familiares de las víctimas de la guerra subían al templete y narraban el horror vivido. Los testimonios de viva voz arrebataron el aliento del auditorio. El llanto se apoderó de la plaza, el grito de rabia cimbró los cimientos de los edificios colindantes. “Les vamos a dar una lección de dignidad a las autoridades”, espetó la hija de Joaquín Figueroa, padre de familia ejecutado por el ejército.

Catarsis colectiva. Consuelo. Esa noche, Xalapa ofreció a los caravaneros su “más bella flor”.

Alguna vez señaló el Subcomandante Marcos que “los crímenes contra inocentes encierran una triple injusticia: la de la muerte, la de la culpa y la del olvido”. Si bien esa noche los muertos no volvieron a la vida, cierto es que, desafiando el imperio de la impunidad, fueron liberados de la culpa y el olvido.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Para salir de la crisis III

Los titulares tanto del Banco Mundial como del Fondo Monetario Internacional, con esa única y envidiable capacidad de preveer escenarios (ja!), han advertido que lo que está por venir en términos de la crisis será peor aún de lo vivido a finales de 2008. La única “solución” que proponen es la misma de siempre: apostar por el crecimiento económico y la reducción del déficit fiscal de todos los gobiernos, principalmente el estadounidense.

El problema, del que parecen no querer darse cuenta, es que esas mismas políticas se vienen aplicando por espacio de dos décadas en todo el globo sin resultados significativos. La reducción en el gasto de gobierno y los recortes en materia de seguridad social no han hecho sino dejar a la mayoría de la población en condiciones aún más vulnerables frente a las adversas circunstancias en el contexto económico. La deuda de los Estados no sólo no se ha reducido, sino que ha crecido de manera exponencial en los últimos años, al tiempo que los gobiernos siguen empeñados en rescatar bancos y corporaciones del fracaso financiero al que se asoman. La Unión Europea anuncia un fondo de rescate de 450 mil millones de euros; la Reserva Federal estadounidense realiza operaciones de deuda por 400 mil millones de dólares; el Banco Central Europeo junto con el Banco de Inglaterra “inyectan” 180 mil millones de dólares a los mercados de dinero. Cantidades inimaginables invertidas con el simple propósito de mantener con vida al sistema financiero y bancario, responsable en gran medida del problema económico.

En septiembre de hace tres años se anunciaba al público la quiebra de Lehman Brothers, monumento a la especulación financiera, dando lugar a la crisis económica de mayores repercusiones en las últimas décadas. A partir de ese momento se anunciaban los buenos deseos por parte de los principales personajes en la política mundial, anunciando reformas estructurales que permitiesen un mayor control sobre los mercados financieros. De más esta decir que dichas declaraciones jamás tuvieron repercusión alguna en la dinámica económica global.

En julio del año pasado se aprobó en los Estados Unidos una supuesta reforma financiera, que supuestamente acotaría el poder de Wall Street y el sector bancario-financiero a favor de los consumidores de dichos servicios. La realidad es que la reforma jamás pretendió erradicar los depredadores comportamientos de las poderosísimas casas de bolsa y sus agentes en Washington, y por tanto no se atendió de raíz el problema.

En los tres últimos años no ha variado en lo mínimo el comportamiento general de la economía: el crédito (tanto a particulares como a Estados) ha mantenido su ritmo de crecimiento exponencial, basado absolutamente en nada más que en la deuda y el poder ficticio de una moneda sin respaldo alguno, el dólar. Todas las inyecciones de liquidez a la economía durante el 2009 y el endeudamiento de los Estados simplemente contribuyeron a la creación de una burbuja financiera de mayor envergadura, misma que mas temprano que tarde se aproxima a reventar en la cara de todos aquellos (como nuestros brillantes gobernantes) que aseguraban sería cuestión de meses para que la economía se recuperara.

Considerar el difícil momento por el que atraviesa la economía global como una “nueva” crisis es tan sólo el primer error cometido por los “especialistas”: entender que la crisis no es un estado excepcional sino el permanente destino del modelo económico predominante es vital para poder realizar un análisis más profundo de sus consecuencias, y pensar entonces en sus soluciones.

En septiembre del 2009 publiqué en este mismo espacio: “Cualquier respuesta que se de a la crisis que no modifique los comportamientos de los mercados financieros y, en general, del sistema económico prevaleciente, simplemente terminará agudizando las contradicciones generadas por el mismo. El primer paso para salir de la crisis debe ser reconocer su magnitud, sus causas, sus alcances, y comprender que las soluciones no se encuentran dentro del mismo marco que la causo en un primer momento”.

Estas consideraciones son, creo yo, aún más validas ahora que entonces, cuando ha quedado demostrado que establecer parches en forma de reformas y gritar por todos lados las buenas intenciones de gobiernos alrededor del mundo no hace sino postergar y empeorar las consecuencias de mantener un modelo económico en franca decadencia.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Carta abierta a Javier Sicilia:

“El horror de la violencia no hizo más que poner de manifiesto el horror del sistema”
- Eduardo Galeano


La visita de la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad a la ciudad de Xalapa ha despertado gran entusiasmo entre grupos ciudadanos y movimientos civiles. Es incuestionable que el objeto central de la Caravana –acaso el motivo fundacional del movimiento– es la aglutinación de las víctimas (abarca a deudos) de la guerra iniciada por la actual administración. Tú (queremos evitar la frialdad que presupone el ‘usted’; no es en demérito de tu persona; al contrario, es un gesto auténtico de simpatía) has insistido en la importancia del consuelo: aplaudimos con admiración la nobilísima intención. Sabemos el valor que le concedes a la palabra, así como el cimiento ético de tus ideas. México necesita ávidamente de hombres que viven en función de sus principios y no del interés egoísta.

El propósito de la presente carta es establecer un primer vínculo de diálogo con la Caravana por la Paz: un puente entre el Gran Movimiento y un movimiento que pretende ser. La Historia está llena de ejemplos donde la creación de Frentes Comunes, unidos por una sola causa –no obstante la vasta gama de idearios que convergen–, ha conseguido surcar horizontes de cambio a gran escala.

Walter Benjamin, filósofo alemán, escribió: “La débil fuerza mesiánica de cada generación es la posibilidad histórica de la revolución”. Habrás de advertir, durante tu visita a esta ciudad, que existe un grupo de jóvenes –si bien no tan numeroso– comprometidos hasta la médula con la restauración de la flagelada Patria. Una “débil fuerza mesiánica” cuyo brío habrá de hallar cauce eventualmente.

Es menester destacar tu papel en esta trama. No queremos un muerto más –llámese víctima o victimario. Y sugerir que algún día habrá de cesar la violencia, el desbordado salvajismo, sería análogo a asumir la actitud del poder: a saber, prometer un cambio en el futuro, cuando el presente exige un cambio ipso facto. A nuestro juicio, la estrategia en vigor del Movimiento por la Paz debe profundizar la resistencia: si bien no un viraje, sí un replanteamiento que insista en la urgencia de organizar a escala ampliada a la sociedad. Construir una plataforma que aglutine movimientos sociales, organizaciones civiles, ciudadanía independiente, sindicatos, instituciones, grupos defensores de derechos humanos, académicos, resistencias estudiantiles, desempleados indignados, colectivos políticos, etc.

Como primeros puntos de una agenda programática tentativa, cabe proponer: a) freno a la aprobación de la reforma a la Ley de Seguridad Nacional, a todas luces violatoria de las garantías individuales; b) creación de una plataforma social de cara a los comicios 2012, cuya demanda primaria sea la abolición de políticas castrenses en asuntos que corresponde resolver a otros rubros (la batalla contra el consumo de drogas es un problema de orden sanitario no militar); c) a nivel local urge dar seguimiento al caso de los twitteros, ya que en éste se condensan las inercias arbitrarias de la estrategia federal: a raíz del histérico arresto de los twitterterroristas (¡sic!), se discute en el Congreso la iniciativa de adición al artículo 373 del Código Penal de Veracruz, que crea la figura de perturbación del orden público como delito, cuyo objetivo, acaso oculto, es criminalizar la comunicación ciudadana que escapa al control gubernamental.

Urge actuar. Es preciso sembrar un nuevo árbol; el actual está visiblemente podrido: coloquemos la semilla. Es la hora de la sociedad civil.

Javier: te corresponde el papel de exhortar, convocar, reunir. El resto germinará naturalmente.

Ni un muerto más.

jueves, 15 de septiembre de 2011

La Caravana por la Paz en Xalapa

El próximo domingo 18 de septiembre arribará a nuestra ciudad la Caravana por la Paz, encabezada por Javier Sicilia, después de recorrer las principales ciudades del sur del país y celebrar la independencia en la comunidad chiapaneca de Acteal. La plaza Lerdo será el espacio en el que la caravana se encontrará con la sociedad xalapeña, después de arribar a la ciudad en Palo Verde, desde donde marchará hacia el centro.

La importancia del acto radica en su afán por visibilizar la problemática que vivimos y concientizar a la población de la necesidad de organizarse para participar activamente en la búsqueda de la paz. Asimismo, la caravana ha procurado construir una plataforma para estructurar redes de apoyo a las familias de las víctimas, evitando así el olvido y la impunidad. Mas allá de servir como espacio de expresión del dolor y la angustia de los afectados, la caravana apela a la sociedad en general para que sientan que no están solos y que su tragedia es una tragedia que nos afecta a todos.

El recorrido por el sur del país se encontrará con las comunidades zapatistas y con organizaciones encargadas de apoyar a los migrantes, dos grupos sociales que han sufrido en carne propia la agudización de la violencia sobre todo por su vulnerabilidad y su poca visibilidad en los espacios noticiosos nacionales. Las violaciones a los derechos humanos de los indígenas chiapanecos y los migrantes han conmovido al país entero, sirviendo de termómetro fiel de la dimensión del problema.

El liderazgo de Javier Sicilia ha enfrentado críticas de diversa índole: desde los que consideran que ataca de manera irresponsable la política se seguridad encabezada por el gobierno federal hasta los que lo descalifican por sus gestos para con el propio Calderón o con Beltrones, presidente del Senado.

En mi opinión, el acierto de la propuesta de la Caravana por la Paz radica en el objetivo de organizar a las familias de las víctimas para poder tender puentes con la sociedad civil organizada dispuesta a apoyarlas con asistencia legal, psicológica e incluso material. La tragedia de perder a un padre o una madre puede poner un peligro la posibilidad de sobreviviencia para toda la familia, sin mencionar el impacto emocional e incluso relacional pues para colmo, las familias de las víctimas tienen que enfrentar la suspicacia de amistades, compañeros de trabajo e incluso familiares. La ola de miedo nos hace reaccionar de extrañas maneras frente al dolor ajeno, creyendo que si volteamos la mirada lejos del problema la violencia no nos afectará.

Dadas las circunstancias, la indiferencia representa el peor síntoma de la crisis que enfrentamos. Todos sabemos que la única manera de vivir en paz y armonía se basa en la cooperación, en la compasión (sentir con el otro) porque el otro soy yo, sin el otro no existe la posibilidad de existir. La competencia inhumana por la riqueza y el poder está poniendo en peligro a la humanidad en su conjunto, no sólo porque estamos acabando con el planeta sino porque estamos olvidando lo esencial, lo que nos define como seres humanos. Si usted está de acuerdo conmigo, lo invito a que asista a las actividades programadas por la caravana para el próximo domingo. Creo que sería una buena manera de expresar la confianza y el amor por el prójimo pero sobre todo de la certeza en que la participación masiva de la sociedad civil representa un paso fundamental para salir del agujero en que nos encontramos.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Respuesta a ‘Meseros echan la cáscara’

Han pasado los años, y no en vano. Recuerdo a la distancia aquellos días en los que el tiempo se medía en función de la duración de un partido de fútbol: una larga y embarazosa semana colmada de actividades imperativas a cambio de 90 minutos dominicales de libre despliegue del cuerpo. La ecuación bien valía la pena. Pero la práctica del fútbol, como su corta y febril historia, “es un triste viaje del placer al deber” (Eduardo Galeano). Acaso lo mismo sucede con el sexo nupcial: “Debo cumplirle a mi mujer”, comenta con mueca de acatamiento el abnegado marido, con frasco de pildoritas azules en mano. Y es que el profesionalismo en el fútbol, como ocurre con muchas actividades humanas transfiguradas en deber, censura la diversión, el goce simple y llano, la osadía, y a cambio recompensa la disciplina, el sometimiento del cuerpo, las jornadas de trabajo forzado. El fatídico transito del balompié amateur al balompié profesional es a menudo un momento neurálgico en la carrera de un aspirante a futbolista: el sueño de la grandeza tiene un costo muy alto que no pocos elijen torear. Recuerdo nítidamente las palabras de un entrenador malquerido: “En el barrio podrás ser el más cabrón, pero aquí vas a jugar como yo te indique. O te aclimatas o te aclichingas”. Remitiéndome al argot futbolístico, le respondí: “Si me vas a obligar a jugar en una posición que no es la mía, antes que bailar con la más fea, me largo a la chingada”. La insolencia en el fútbol, como en la vida, es una falta que no admite remisión. Con fútbol o sin fútbol, irremediablemente acaba uno bailando con la más fea. Y no obstante los años transcurridos, y los inexorables descalabros existenciales, el sueño sigue intacto.

Acaso por esta imposibilidad de renunciar a una larga y conocida pasión, meseros y bartenders de L. C. –incluido un servidor–, hemos conformado un equipo de fútbol que participa –compite con rigor profesional– en el prestigioso torneo sabatino de bares (según especialistas del deporte local, se trata del certamen de más alta exigencia en la ciudad). Gracias al paso perfecto del equipo, L. C. Fútbol Club ha conquistado un numeroso club de fans –distinguidas damas xalapeñas (destaca la más carismática de mis colegas periodistas, Camila Krauss) que cada sábado se dan cita en el templo de la USBI para sumarse a la frenética hinchada y vitorear a sus ídolos en el rectángulo verde. Al son de matracas, cohetes, tambores y cánticos litúrgicos, Rojo, Chiva, Mickey, Rams, Miguelito, Bodoque, Homero, Johnny, Romeo, despliegan un fútbol que, a decir de los relatores eufóricos, supera con creces el jogo bonito de los brasileños, el vistoso estilo flamenco blaugrana, el pragmático catenaccio italiano, el “tuya, mía, te la presto, acaríciala, bésala”. En síntesis, un fútbol visiblemente próximo al más noble capricho de los dioses. Y si alguien duda de la intervención divina en los asuntos del fútbol, recuérdese la incontrovertible sentencia de un viejo periodista alemán: “El mundo es redondo porque Dios es hincha del fútbol”.

En el marco de las jornadas “Poesía a patadas” del festival Cosmopoética, efectuado en Córdoba (al sur de España), el catalán Mario Cuenca Sandoval observó: “Todos los temas que la poesía trata, están presentes en el fútbol… el fútbol es lírica, épica, mística, sátira, romance, sensibilidad y, sobre todo, inteligencia”.

Se sabe que a raíz de la inédita emergencia del fenómeno L.C. F.C., más de una xalapeña se ha convertido a la “única religión que no tiene ateos” (Galeano): el fútbol. Camila, lideresa de la porra oficial del equipo, poeta de vocación, sugirió, atinadamente, en su laureado artículo Meseros echan la cáscara, el siguiente axioma: “Patear es lo importante”.

jueves, 8 de septiembre de 2011

¿Para que sirven las redes sociales?

Cuando estalló el levantamiento zapatista en Chiapas en 1994, la mayoría de los 'expertos' en seguridad nacional coincidieron en vaticinar su derrota militar y política en cuestión de días. Confiados en la vieja estrategia de tender un cerco informativo que ocultara la represión militar y desacreditara a los alzados, nunca imaginaron que lograran conformar un movimiento social que sigue mas vigente que nunca. Una de las claves para comprender este hecho fue que gracias a la existencia de redes sociales ubicadas en el ciberespacio, que se dedicaron a difundir información a todo el mundo generada por los zapatistas, burlando así la censura impuesta a los medios electrónicos y la prensa nacional.

Fue por ello que Manoel Castells, conocido estudioso de las nuevas tecnologías de la información, calificara al EZLN como una guerrilla informacional. Por primera vez, gracias a la existencia de Internet, un movimiento social de esta naturaleza superó la censura, difundiendo a todo el mundo sus ideales y su objetivos, neutralizando la campaña de difamación orquestada desde el poder y echando abajo la posibilidad de borrarlo del mapa para siempre. Carlos Salinas tuvo que decretar una amnistía no por respeto a los indígenas chiapanecos sino para proteger su imagen internacional y a su engendro preferido: el TLCAN.

El estado había perdido un elemento clave para el control de las sociedad, el monopolio de la información, que le permitía manipularla para favorecer los intereses de sus patrones. La sociedad, por su parte, aprendió de la experiencia zapatista y poco a poco, conforme Internet comenzó a popularizarse, la empezó a utilizar para articular una información alternativa a la generada por los medios de comunicación, pilares fundamentales de la dominación. Si bien el papel de la televisión, la radio y la prensa se ha fortalecido -el poder cada vez depende mas de ellos para imponer el control social- la capacidad de los ciudadanos para evadir el control de la información también ha crecido.

Tanto así, que en nuestros días algunos han llegado a relacionar directamente el éxito, por ejemplo, de las revueltas en Egipto con Facebook, lo cual me parece exagerado aunque sin negar la importancia de las redes sociales en el derrocamiento de Mubarak. Por otro lado, los estados nacionales y sus gobiernos no ignoran lo anterior, al grado de que el primer ministro de Inglaterra, David Cameron, propuso la aprobación de una ley por la cual el gobierno tendría la facultad de obligar a las compañías de telecomunicaciones, en particular las que ofrecen servicios de telefonía móvil e internet, para apagar sus señales en momentos de crisis política o rebeliones populares como la que recientemente sucedió en Londres.

Resulta evidente la razón por la cual los gobiernos desconfían de las redes sociales. Por un lado, debilitan su capacidad para controlar la información -como resultado directo de la posibilidad real de que cualquier ciudadano pueda generar información alternativa y crítica; por el otro, fortalece el potencial autogestivo de la sociedad, abriéndole los ojos a una nueva realidad, a una nueva concepción de la vida social, de la política, donde los gobiernos son vistos como parte del problema y no como parte de la solución. Y esto representa, sin duda, un peligro mayor para los poderosos que la pérdida del control del a información.

No se puede negar que los integrantes de las redes sociales deben asumir un código ético que defina los límites de su libertad para producir información pero habrá que tener cuidado con satanizar a las redes sociales con el objetivo de controlarlas. Eso sólo nos llevaría a un clima de mayor intolerancia, acentuándose el clima de violencia en el que vivimos y bloqueando cualquier posibilidad de que la sociedad enfrente sus problemas sin depender totalmente del poder político institucional. La tentación es grande y crecerá conforme se masifique el uso del Internet, téngalo por seguro aterrorizado lector.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Un México para el futuro

Parece momento adecuado –o bien asunto urgente– tomar al toro por los cuernos, y hurgar hasta llegar al fondo de esta aciaga trama –México– donde habrá de asomarse la naturaleza ontológica del proyecto nacional en marcha, trazado e instrumentado con ascendente rigor en las últimas dos décadas. No es casual que en México no se ha concedido nunca el arribo, ni vía institucional, menos vía iniciativa popular, de un gobierno de oposición. Los escandalosos fraudes electorales de 1988 y 2006 son una muestra implacable del apremio de la autoridad y los poderes fácticos por llevar a feliz término la concreción de un proyecto nacional a todas luces anti-nacional. No hay margen siquiera minúsculo de error en un proyecto de esta envergadura: a saber, la venta del país –anexión política-económica– a Estados Unidos. El progresivo desmantelamiento de la industria nacional, así como la entrega de la banca al capital extranjero, es una prueba fehaciente de esta iniciativa gubernamental. El conocido estadista norteamericano Woodrow Wilson, allá por 1913, apuntó atinadamente: “Un país es poseído y dominado por el capital que en él se haya invertido”. La diosa de la casualidad no existe en la política; la ley de causalidad es la emperatriz en política. De esto se desprende que las élites mexicanas han actuado en connivencia con sus homólogos estadunidenses en la orquestación del auto-aniquilamiento nacional en puerta.

México ha sido terreno experimental para propósitos y despropósitos foráneos cuyos antecedentes intervencionistas están ampliamente documentados, no obstante la negativa de los círculos políticos e intelectuales a reconocerles o censurarles por su carácter violatorio. La tendencia indica que la aceptación de los mexicanos –visiblemente incautos frente al culto entreguista de la cúpula de la pirámide nacional–, con respecto a la penetración de Estados Unidos en los asuntos domésticos, ha mantenido una línea ascendente. Naturalmente, el poder y los dispositivos de comunicación social han ejercido una presión ideológica férrea y exhaustiva.

El colmo de este cultivo de ideas viciadas fue la publicación, en 2009, de una especie de manifiesto de corte neocolonial, cuyo contenido se inspira, con embriaguez litúrgica, en refritos ideológicos caducos, francamente instrumentales, y cuyo objeto es persuadir a la sociedad mexicana –que no convencer con razonamientos que corresponden a un intelecto maduro, íntegro– a que renuncie a su pasado, raíces e historia; una herencia que, de acuerdo con los autores del manuscrito y en consonancia con su visible analfabetismo didáctico, representa un lastre nocivo que debe superarse en aras de un futuro que plantee “la necesidad (sic) de una integración ordenada con América del Norte”. Es tiempo, alega la reconocida dupla de analistas políticos que firman el documento, “de reconocer las tendencias históricas y dar un paso ambicioso más allá, hacia la construcción de una unión económica de América del Norte, que incluya lo que excluyó (¡sic!) el Tratado de Libre Comercio: migración, energía, infraestructura, instituciones supranacionales, fondos de cohesión social, convergencia económica –y en el lejano horizonte la moneda única– y el tema obligado de estos años: la seguridad regional”.

El texto referido se titula “Un futuro para México”; la conclusión obligada de las reflexiones allí contenidas bien puede resumirse así: There is no better way than the American Way.

¿Y México, que lugar ocupa, a que lugar lejano –futuro– se dirige? Una trabajadora del Casino Royale, en el clímax de la tragedia reciente, encontró, trastabillando, la respuesta a esta incógnita: “A este país ya se lo llevó la chingada. Puras mentiras nos dicen, no somos pendejos”.