domingo, 12 de diciembre de 2010

Privatizaciones

La semana pasada el Consejo de Administración de Petróleos Mexicanos aprobó una nueva modalidad de contratación, a la que denominan “contratos integrales de servicios”. Traducido al español, estos contratos permiten al capital privado explorar y explotar diversos campos petroleros en el país. El discurso es el mismo de siempre: estos nuevos contratos lograran "incrementar la capacidad de ejecución de Pemex para generar valor económico mediante un esquema rentable y competitivo, bajo mecanismos de contratación simples y flexibles”.

Por misteriosas razones, los grandes medios de comunicación sólo hacen ruido cuando les conviene, y esta reafirmación de la privatización de PEMEX pasó, en términos generales, desapercibida. Más allá de la inconstitucionalidad de la medida (transfiere a manos privadas la operación de la empresa que, supuestamente, es propiedad de todos los mexicanos), lo importante es analizar el sistema de privatizaciones en su conjunto, y los resultados que una política económica que se ha aplicado por los últimos 20 años (en México y en el mundo, como la cerveza) como si de la panacea universal se tratara.

Repasemos algunos de los sectores que se han privatizado -total o parcialmente- en nuestro país: la comercialización de gasolina es privada, la radio y la televisión, los servicios aduanales y portuarios, las guarderías, carreteras, aerolíneas, minas, la comercialización de gas, la telefonía, internet, cárceles. La banca por supuesto es privada, y hasta los centros de distribución de leche Liconsa, “empresa que trabaja con el noble propósito de mejorar los niveles de nutrición de los mexicanos”, están privatizados, y para colmo le suben el precio a la leche. De igual manera, la educación y los servicios de salud van siguiendo los modelitos de privatización que tanto bien han traído al país.

El argumento lo conocemos todos, y a base de repetición nos lo sabemos de memoria: con el manejo privado de los servicios se aumentaría la productividad, la competitividad, el empleo, la calidad, disminuiría la corrupción, y el país se convertiría en el lugar más feliz en la faz de la tierra.

La realidad es bastante diferente al cuento que nos pintaron: la privatización del país nos ha costado a todos y cada uno de los que en él habitamos, y con el paso del tiempo hemos presenciado cómo cada vez menos grupos privados -pero cada vez más poderosos- se adueñan de los recursos que, supuestamente, correspondían a toda una nación.

Por otra parte, las empresas privadas han resultado igual de ineficientes, corruptas e inoperantes que las otrora poderosas “empresas de participación estatal”, y en su búsqueda por la famosa maximización de utilidades, recortan personal y costos de operación a diestra y siniestra. Ejemplos sobran: la guardería ABC en Sonora, Pasta de Conchos, Luz y Fuerza del Centro y su sindicato, los nuevos y flamantes sistemas de pensiones, etcétera.

Una y otra vez hemos tenido que cargar con el costo del rescate y “saneamiento” de las empresas que prometían salvarnos, y el mejor ejemplo de ello es el sistema financiero: la banca se privatizó y en menos de cuatro años se le tuvo que aplicar un “rescate” de más de 100 mil millones de dólares, mismos que de nuestros bolsillos seguimos pagando.

Desde que las líneas aéreas se privatizaron, en 6 ocasiones nuestros impuestos han tenido que intervenir para su rescate, y la séptima está en proceso.

Los procesos de privatización en México y en Latinoamérica han llevado a la creación de grandes grupos que son, virtualmente, los dueños de nuestros países. 25 grandes corporaciones dominan el mercado latinoamericano, y 12 de ellas pertenecen a mexicanos. Empresas telefónicas, mineras, constructoras, cerveceras, hoteleras, financieras, etcétera.

Vale la pena, ante lo expuesto anteriormente, preguntarse de qué han servido tantas privatizaciones en los últimos años. Para llevar a Forbes a unos cuantos de nuestros compatriotas, es la única respuesta que encuentro convincente. En la lista del año pasado aparecieron 9 mexicanos: uno de ellos es el Chapo. El resto, debe su fortuna a la privatización de algún sector estratégico de la economía nacional. Saque usted sus conclusiones.

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